Trigésimo décimo séptimo aniversario



A pesar de todo, podemos estar de fiesta: Hermosillo ha cumplido 317 años de haber sido fundado

El jueves de la semana pasada se conmemoró el 317 Aniversario de la fundación de nuestra ciudad. Sin embargo, los orígenes exactos de la ciudad como asentamiento español se pierden en las brumas del tiempo y numerosas discusiones y polémicas se han suscitado con motivo de la fecha de fundación de la actual ciudad de Hermosillo. Para unos fue en 1700 por el Alférez Juan Bautista de Escalante, y para otros fue en 1742 por el Capitán Agustín de Vildósola. Inclusive en el año de 1942 se celebró el bicentenario de la fundación de esta ciudad, y en un cartel que se colocó a la entrada norte sobre la carretera a Nogales (entonces de únicamente dos carriles) se consignaba como fecha de fundación el año de 1742.

En la Ciudad de México, dentro del Archivo Histórico de la Secretaría de Hacienda, se encuentran dos añejos documentos de un valor incalculable. Amarillentos y semi borrosos por efectos del tiempo, no dejan lugar a dudas en cuanto a la existencia del antiguo Hermosillo, antes de 1742. Los dos documentos son contundentes y dan testimonio de que Hermosillo fue fundado antes de 1742, y queda planteada la duda de si ya existía como presidio antes de esa fecha. Por lo expuesto anteriormente, puede concluirse -sin que sea una verdad totalmente esclarecida- que existieron dos localidades distintas: la Villa de la Santísima Trinidad del Pitic, fundada por don Juan Bautista de Escalante en 1700, y el Presidio del Pitic, establecido por Don Agustín de Vildósola en 1742.

“Haiga sido cuando haiga sido” -parodiando al babalucas presidente que tuvo México entre 2006 y 2012- Hermosillo ya tiene 317 años de edad, a reserva de que algún día se esclarezca con exactitud el misterio de su fundación, cosa que supongo jamás sucederá. Por lo pronto queda fija como fecha de fundación el 28 de mayo de 1700 según fue manifestado por el Alférez Juan Bautista de Escalante quien en esa fecha le confirió el nombre de “Santísima Trinidad del Pitic” al asentamiento, según lo consigna don Fernando Galaz en la página 12 de su libro “Dejaron Huella en el Hermosillo de Ayer y Hoy”. Luego entonces fue un 28 de mayo, y no un 18 de junio… y así siguen las discrepancias, y seguirá la discusión per secula seculorum. La historia es incapaz de resolver estas dudas.

En el año de 1979, siendo Gobernador del Estado Alejandro Carrillo Marcor y Presidente Municipal de Hermosillo Ramón Ángel Amante, se llevaron a cabo dos celebraciones de especial relevancia: la primera fue el Sesquicentenario (150 años) de elevación de Hermosillo a la categoría de ciudad el 5 de septiembre de 1828, y la segunda fue el Centenario de Hermosillo como capital definitiva de Sonora, decretada el 26 de abril de 1879. Por la premura de las circunstancias los festejos del Sesquicentenario fueron cortos y un tanto apresurados, y consistieron básicamente en varios eventos que se realizaron el 3 domingo de septiembre y el martes 5 del mismo mes.

Los festejos del Centenario, por el contrario, fueron mucho más amplios y mejor organizados, aunque insuficientes para el gusto de muchos. El programa de dichos festejos arrancó el día 24 de marzo con la elección de la Reyna Centenario, y concluyó el 23 de agosto con la inauguración de las obras de la Capilla de San Antonio y la entrega de premios a los triunfadores de los Certámenes Histórico y Fotográfico. En el transcurso de esos cinco meses de festejos se realizaron una serie amplia de eventos, dentro de los cuales vale la pena destacar la Gran Feria Centenario que se instaló en el estacionamiento de Estadio Héctor Espino con duración del 21 de abril al 6 de mayo, y la construcción del Monumento al Centenario que se localiza en la Plaza del mismo nombre, y que contiene el Arca del Tiempo con documentos, fotografías y toda clase de testimonios concernientes a nuestra ciudad y su historia. Supuestamente se abrirá cuando hayan transcurrido otros 100 años de haber sido colocada en la base del monumento.

Participé activa y entusiastamente en los festejos conmemorativos, y tuve el honor de haber sido designado Supervisor Técnico de los Trabajos de diseño, planeación y construcción relativos a la Gran Feria Centenario, por parte del Comité Organizador presidido por Juan Antonio Ruibal Corella, y también me fue encomendada la decoración del salón central del desaparecido Casino de Hermosillo, donde se celebró el baile de coronación de la Reyna Centenario, que resultó ser Denisse Orozco Dabdoub, y sus princesas Alicia Ramonet Bravo y María Luisa Ruibal Zaragoza.

Han pasado 38 años de aquel bien recordado festejo en honor de nuestra ciudad, Hermosillo, y algunos de los que tuvieron la suerte de estar presentes en algunos o en todos aquellos eventos probablemente y por diferentes motivos ya no se encuentran entre nosotros, pero todavía estamos aquí muchos otros hermosillenses de cepa, sirviendo de enlace entre nuestro brillante pasado y nuestro incierto futuro como ciudad, y como comunidad.

Es indudable que en esos 38 años han sucedido muchas cosas y que, aunque el orgullo permanezca, aquel Hermosillo ya no es el de hoy. Igualmente indudable es que han llegado decenas de miles de personas de diversas partes del país y del extranjero a radicarse entre nosotros, aportando sus talentos, sus energías y sus riquezas culturales. Pero también es evidente que dichas inmigraciones también han tenido un efecto determinante sobre nuestras costumbres, tradiciones y valores como comunidad. La conformación de los estratos sociales, y el centro de gravedad de nuestra comunidad han cambiado y se han movido, en mucho para bien, pero en mucho también para mal. Se dice que no existe la felicidad completa, y en materia de movimientos migratorios de personas diferentes, provenientes de lugares diferentes y con culturas diferentes, los flujos y reflujos humanos necesariamente representan un importante factor de cambio.

En el año de 1913 Hermosillo era una polvorienta y soñolienta comunidad de 15 mil habitantes. A partir de 1950 pasó a tener 50 mil habitantes, y rápidamente de multiplicó, pasando a 90 mil y a 180 mil en 1970. En 1979 ya la población de Hermosillo se calculaba en cerca de los 400 mil habitantes. Dos factores fueron determinantes en el desarrollo y el crecimiento de los años 40’s: La fundación de la Universidad de Sonora, y la apertura de la zona agrícola en La Costa, que marcaron rumbos nuevos en el destino de nuestra ciudad.

Hoy en día Hermosillo avanza raudo y veloz hacia el millón de habitantes, e incluso mucho más, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva. Para algunos, principalmente los empresarios propietarios de negocios, fábricas, centros comerciales, tiendas, restaurantes, bares y hoteles, el explosivo crecimiento poblacional y el indiscutible potencial económico de esta ciudad son motivo de altas expectativas y de impresionantes proyectos e inversiones, y se entiende su júbilo. Pero para otros, que vemos a nuestra ciudad con ojos diferentes, y que entendemos la precariedad de su infraestructura urbana y de sus servicios, es motivo de profunda preocupación. Hermosillo simplemente no está preparado para albergar esta monumental masa humana diversa, desvinculada, conflictuada y permanentemente demandante, y menos aún para proveerle una vida digna y con calidad siquiera aceptable.

Crecimiento no es equivalente a desarrollo, y no puede haber auténtico desarrollo cuando la infraestructura urbana, los servicios y satisfactores básicos de la ciudad se han quedado completamente rezagados, y sin muchas esperanzas de mejorar, en vista de las condiciones financieras del municipio, del estado y la federación. Las necesidades han rebasado cualquier aspiración de eficiencia que pudieran albergar las administraciones municipales, sea la actual que ya va de salida, o la que venga, provenga del partido que sea.

De acuerdo con los argumentos anteriores ¿estamos los hermosillenses condenados a vivir en medio del caos vial, el desorden urbano, la delincuencia en todas sus manifestaciones, la amenaza creciente de violencia, y el decaimiento constante en la calidad de vida? ¿Es esta una percepción injustificadamente negativa, o es una realidad que ante los hechos duros y descarnados no admite objeción?

Entre los bruscos saltos poblacionales experimentados, y los relativamente breves espacios temporales de que se ha dispuesto, se perdieron las oportunidades de crear las obras de infraestructura que la ciudad estaba pidiendo a gritos. Y así se fueron los 80’s, los 90’s, la primera década de los 2000, y solo faltan tres años para que rebasemos el segundo decenio del siglo XXI. Casi 40 años perdidos entre gobiernos de pacotilla, corruptos, ineficientes, ineptos, y totalmente carentes de visión futurista. Aquellos estudios que se realizaron entre académicos, empresarios y ciudadanos interesados -documentos como Hermosillo 2025 y similares- han quedado en letra muerta por efectos del paso vertiginoso del tiempo, los cambios constantes, y la ausencia de fuerza de los sectores activos de la comunidad hermosillense (verbigracia la muy corrupta, corruptora y chipilona IP).

Precisamente esa casta de sanguijuelas que dan de brincos y se frotan las manos con fruición ante las ganancias fabulosas que calculan obtener cuando Hermosillo llegue y rebase el millón de víctimas, perdón, de habitantes, para seguir chupándoles la sangre, como los eternos Nosferatus que son.

Agradeceré su comentario a continuación, o envíelo a oscar.romo@casadelasideas.com

En Twitter soy @ChapoRomo

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