Javier Villarreal Gámez, líder de la Confederación de Trabajadores de México, es recordado por la forma en la que inicio su trabajo como líder sindical. Décadas atrás, en un incipiente trabajo de reclutamiento, sus recorridos iban por todos los caminos de Sonora. Boleros, vendedores ambulantes, tablajeros, albañiles, personal de intendencia, y todo lo que pudiera representar un significativo grupo de presión, eran firmados por él para encabezar demandas laborales. Y representaciones sindicales.
Luego, con el paso de los años, su trabajo al interior de la CTM rindió sus frutos, y logro colocarse como el favorito de quienes encabezaban ese gremio, y empezaron a invitarlos a sus reuniones políticas. Ahí empezó su relación con el PRI.
En la última década, Villarreal Gámez ha probado las mieles del poder que el binomio PRI/CTM ha logrado darle. Pero en la administración de Guillermo Padrés Elías cometió su primer pecado. Dio la espalda al PRI, y comprometido con el padrecismo como estaba, desatendió toda acción laboral en contra de Guillermo Padrés Elías, que le abrió las puertas de un contrato colectivo de trabajo largamente añorado: los mineros de Grupo México en Cananea y Nacozari.
Luego de la implosión al interior del sindicato de Napoleón Gómez Urrutia, exiliado en Canadá ese sexenio del 2009 al 2015, la otrora poderosa Sección 65 de Cananea perdió posiciones ante German Larrea, y su hermana sindical, la Sección 298 de Nacozari desapareció por completo.
Desde entonces, la CTM de Javier Villarreal tomó el control de la caratula laboral ante GM, bajo la representación, dicen en Cananea, de un sindicato blanco o de protección como el propio Javier Villarreal suele llamar a sus opositores.
La CTM, en los últimos tres años, ha perdido contratos laborales por este comportamiento, cuyos trabajadores, acusando no sentirse representados apropiadamente por este entre sindical, han conseguido, luego de largas luchas, separarse de Javier Villarreal Gámez y sus huestes.
La situación actual para los cetemistas no es nada alentadora. La joya de la corona para ellos es el contrato laboral ante Grupo México, y sin duda, están a punto de perderlo por el eventual embate que el ahora senador, Napoleón Gómez Urrutia, emprenderá contra ellos en Cananea y Nacozari, y en el resto de municipios mineros del país. Además, dando visos de que este líder sindical ya volteó a otras áreas de oportunidad, la CTM podría ser desplazada a niveles ínfimos de representación laboral en los próximos seis años.
Por eso, la urgencia por un plan B es evidente. Y el plan B es volver a los orígenes, y refugiarse en las pequeñas empresas, en los núcleos laborales que no representen interés para el napismo en México, y en contratos laborales que puedan ayudarle al cetemismo a sobrevivir este sexenio de Andrés Manuel López Obrador.
Históricamente, hay casos bien documentados en los que los trabajadores, que fueron representados por la CTM, se dijeron traicionados ante el cierre de empresas que, según sus propias declaraciones ante medios de comunicación, fue negociada con esta filial sindical para no cubrir indemnizaciones ni pagos pendientes.
Por eso, no puede Javier Villarreal presumir representaciones sindicales favorables cien por ciento a los trabajadores. Él también ha sido acusado de servir como sindicato blanco o proteccionista a la parte patronal.
Lo que sucede en RiCer es apenas el inicio de la intensa campaña laboral de la CTM y de Javier Villarreal Gámez para – como ya lo anuncio en semanas pasadas – constituir la agrupación política que lo sostendrá ostentado los espacios de poder que le ha reclamado y exigido al PRI desde siempre, pero particularmente intenso en la última década. Son pues, los trabajadores, meras monedas de cambio para quien dice, les busca justicia laboral. Al tiempo.
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