2018: Algunas claves de la transición

Pasada la elección, los festejos y en medio de los debates actuales, dentro de 40 días sigue la realidad. A medida que se acerca el 1 de diciembre, fecha del cambio de Presidente de la República y de todo el gabinete federal, existen las dudas y las inquietudes normales de toda transición.

 

Los problemas típicos: Un prolongado interregno (Constitucional) de 5 meses, un gobierno que no termina de irse y otro que a punto de llegar ya toma decisiones y fomenta los debates.

 

Y también, como en todo cambio de gobierno de los últimos años –en las dos ocasiones anteriores (2000 y 2006) en que arribara al Ejecutivo federal un partido político distinto al PRI–, hay dudas, inquietudes, apuestas, especulaciones, nerviosismo y replanteamiento general de vidas, biografías y carreras tanto de quienes ganaron como aquellos que perdieron. Para unos, el cambio será la jubilación del servicio público o el retiro forzado a la vida privada. Para otros, por primera vez, la entrada a la dimensión desconocida del servicio público, con todos sus asegunes y riesgos siempre latentes. Para algunos, la interrupción temporal de carreras políticas –hechas en el elevador o en la pista de carreras–, unas construidas bajo la cultura del esfuerzo, y otras bajo la ruta del privilegio o de la relación política de grupo o de coyuntura sexenal.

 

Nada nuevo todavía después de las efectistas acciones –de arranque– en la instalación del Congreso de la Unión, cuando se hizo una abundante difusión de las principales decisiones tomadas al calor de la euforia triunfalista de una mayoría consolidada y la variedad de asuntos que los mismos diputados y senadores de Morena difundieron.

 

Se manejaron con la idea de denunciar para ahorrar recursos y ponerlos a disposición del Poder Ejecutivo para el fortalecimiento de sus principales propuestas. Al final se dieron cuenta –al igual que con las pensiones de los ex presidentes– que no era mucho el recurso que se iban a ahorrar y le bajaron al activismo. Ahora reviran con que no van a aportar de su sueldo para pagar la consulta sobre el aeropuerto.

 

A diferencia de transiciones anteriores, ahora al Presidente de la República entrante no lo acompaña un partido político organizado que le sirva como estructura para la defensa de sus principales políticas, como lo tuvieron los presidentes de la República del PRI y el PAN en su momento.

 

Morena, como partido político opera de acuerdo a la normatividad contenida en la Constitución y las leyes, pero no es un verdadero partido desde el punto de vista de la organización y su estructura; "un reguero de tendencias" según Zermeño, aunque en su seno se debate todavía si son partido o son movimiento, siguiendo los postulados de Samir Amin y de Inmanuel Wallerstein. ¿Partido de masas? No. ¿Partido de cuadros? Tampoco. ¿Partido con estructura territorial? Todavía no.

 

Por ahora, Morena es un partido político desde el punto de vista formal con fuerza en las instancias de representación política: Fuerza en el Congreso de la Unión, donde es mayoría; fuerza en 19 estados donde controla los congresos locales; y primera fuerza en Tabasco, Ciudad de México, Morelos, Veracruz y Chiapas, donde ganaron las elecciones de gobernador en julio. También en los municipios que controla; hasta ahora 252. Pero le falta la organización territorial, que quizá estén pensando en implantarla cuando ya sean gobierno.

 

En cifras, Morena gobierna al 47% de la población (56.5 millones de habitantes) en cinco estados y en nueve capitales, a diferencia de la elección legislativa del 2015, donde obtuvo 3.3 millones de votos, el 8.8% de la votación, que lo catapultó como cuarta fuerza política nacional.

 

Del total de la representación política que por ahora presume Morena, solo muy pocos de sus actores principales puede presumir de autenticidad en la militancia partidista. El resto de sus representantes proviene de un sistema de reclutamiento basado en otros partidos políticos o en las publicitadas candidaturas externas.

 

Morena vació al PRD. Dice Sergio Zermeño: (El PRD) "abandonó dicho pacto cuando tocó el turno a la reforma energética, con la evidencia de que el PAN y el PRI se habían coaligado para abrir el sector petrolero y eléctrico a las inversiones privadas. Este deslinde fue tardío y demasiado obvio, de manera que algunos bastiones del electorado comenzaron a moverse hacia las posiciones de mayor coherencia y consistencia representadas por Andrés Manuel López Obrador. El fenómeno se convertiría en un vaciamiento masivo como el que Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo le infringieron al PRI en 1988". Y lo que terminó de vaciar al PRD a juicio de muchos, fue su alianza con el PAN para postular candidato presidencial a Ricardo Anaya.

 

Por eso las dudas legítimas  y lo que sigue para Morena en el corto plazo: ¿Ganó Morena o ganó López Obrador? ¿Se irá a mantener la fuerza política de Morena de cara al proceso electoral del 2021? ¿Funcionará con eficacia el sistema de reclutamiento político aplicado en el pasado proceso electoral? Nadie lo sabe, pero ya se ven acciones en ese sentido.

 

En la elección intermedia del 2021 los votantes ya no tendrán la opción de votar por López Obrador, a menos que decidan utilizar el procedimiento contemplado en al artículo 35, fracción VIII, que establece la consulta popular (Derechos del ciudadano: "votar en las consultas populares sobre temas de trascendencia nacional") con el tema de la revocación de Mandato para preguntarle a la gente sobre si estaría de acuerdo en que López Obrador siguiera en el gobierno o debería dejarlo, como él mismo lo ha prometido. Esa oferta, más que una iniciativa democrática mostraría el ánimo de aparecer de nuevo en las boletas, pero ahora sí mediante una consulta seria, señalada en la Constitución y seguramente organizada por el INE (artículo 35, párrafo 4) incluida en el proceso electoral de ese año.

 

Morena también deberá distinguir entre la autenticidad y el aventurerismo político de sus representantes. Al declararse "movimiento" más que un partido, se ha ampliado el ancho de banda de una incorporación de personas sin filtros, y sin la mínima garantía de perfiles y valores exigidos para la cohesión, la disciplina y las metas comunes necesarias para fortalecer a los partidos políticos.

 

Pongamos de ejemplo a Sonora: Panistas de diversos orígenes, pero principalmente del sexenio de Guillermo Padrés, no dudaron en incorporarse a Morena para tratar de recuperar el terreno perdido, no solo en lo político sino también en relaciones políticas, proyectos económicos y de empleos para familiares y grupos que brillaron intensamente en ese cuestionado sexenio, como ha sucedido en los ayuntamientos de Hermosillo, Navojoa y Etchojoa, donde gobiernan actualmente conspicuos panistas de carrera, que una noche se durmieron con el PAN en la camiseta y al día siguiente se despertaron como candidatos reclutados por Morena. ¿Bastaría ese cambio para agregar a esos personajes nuevos principios, una nueva ética partidaria y nuevas  ideas y programas a la renovada militancia?

 

Con los tres municipios mencionados, que representan 1.1 millones de habitantes, más los once: Bacanora, Baviácora, Cucurpe, Huatabampo, Magdalena, Mazatán, Nacozari, Puerto Peñasco, San Felipe, Suaqui Grande y Tepache, que representan  196,819 habitantes, el PAN estaría gobernando ahora, 1.3 millones de habitantes (46%) de los 2.8 que tiene Sonora actualmente.

 

Son los misterios y los dilemas de la transición que viene.

 

¿Qué tipo de partido? ¿Algo distinto a lo que ellos señalan como tradicionales? Porque a como se ven las cosas, los terremotos políticos apenas empiezan.

 

En el PRD, en medio de su ya crónica crisis política y económica, ya se anuncia que lo refundarán hasta cambiarle el nombre. El Verde y Movimiento Ciudadano –a pesar de todo lo que decían en contra– no han tardado en acomodarse impúdicamente con el nuevo gobierno.

 

El PAN, en la tarea de renovación de su liderazgo nacional, está desechando todo lo que huela a su pasado inmediato, incluyendo ex presidentes y ex candidatos presidenciales, y en el PRI, el gobierno que sale tiene prisa por dejar herencias en el Comité Nacional del partido ante la incertidumbre de los próximos meses.

 

Por ahora, los verdaderos contrapesos estarán en los medios de comunicación y en las redes sociales.

 

Son esas las claves de la transición, sumadas a los debates en marcha: ¿Una nueva relación con los sindicatos nacionales incluido el SNTE? ¿Regresa Elba Esther Gordillo, sí o no? ¿La CNTE sigue de aliada o es uno de los primeros frentes abiertos del nuevo gobierno? ¿Reforma educativa sí o no? ¿Qué tan parecida o distinta a la actual? ¿Aeropuerto en Texcoco o en Santa Lucía? ¿Reforma energética sí o no? ¿Seguirán o no los delegados federales en los estados? ¿Marcha atrás en el proyecto original? ¿Más universidades donde ya existen, o habrá una nueva modalidad de ellas? ¿Qué del IMSS, ISSSTE y de los agotados sistemas de pensiones? A decir de Fernando Henrique Cardoso: "Quienes tienen el pasado como testigo de su sinceridad, no necesitan el análisis moral de quienes también de buena fe, piensan diferente".

 

No falta mucho para que todo esto se despeje… o al menos eso creemos.

 

bulmarop@gmail.com


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