Transfuguismo y libertades: dilemas de los partidos

Los tiempos del sistema político mexicano entre 1929 y 1988 se dieron entre la disciplina partidista y la debilidad de opciones políticas creíbles, que dieran cauce a la participación política de las oposiciones por la vía de la legalidad y la civilidad.

 

La violencia en la lucha por el Poder marcó un buen tiempo el ejercicio de la política en México, sin llegar a los extremos de la mayoría de las naciones latinoamericanas; es decir, al golpe de Estado, como ocurrió en naciones con larga tradición democrática como Chile, Brasil, Argentina y Uruguay entre otros.

 

Al respecto, hay consenso de que los últimos dos eventos ocurridos en México en el siglo XX que cumplen con las definiciones técnica, jurídica y política del golpe de Estado: La renuncia y asesinato de Madero, fraguados por Victoriano Huerta y el embajador norteamericano Henry Lane Wilson, y el asesinato del presidente Carranza –seis meses antes de la terminación de su período–, promovido por los firmantes del Plan de Agua Prieta ante la intención de Don Venustiano de dejar como sucesor a Ignacio Bonillas –un civil de Nogales, Sonora–. Otro intento de golpe de Estado fue el de la llamada "renovación "Escobarista" en 1929, encabezado por José Gonzalo Escobar y el sonorense Fausto Topete.

 

La lucha por el Poder y su transmisión han sido los signos distintivos desde el asesinato de Madero: El Plan de Agua prieta y la persecución y muerte del presidente Carranza en 1920; la rebelión de Adolfo de la Huerta en 1924; los asesinatos de Serrano y Gómez en 1927 –por manifestar su deseo de competir en la elección presidencial–; la muerte del presidente electo Álvaro Obregón en 1928; la participación electoral de José Vasconcelos contra Ortiz Rubio en 1929; la escisión del PRM encabezada por Juan Andrew Almazán en 1940; la candidatura de Ezequiel Padilla en 1946; el Henriquismo contra Miguel Alemán en 1952; la revuelta estudiantil-popular de 1968; y la gran fractura del PRI de 1988 –provocada por la llamada Corriente Democrática encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo–.

 

A la mayoría de esos eventos el sistema los absorbió y los procesó. No pasó así con los acontecimientos de 1968 y 1988 que dieron lugar a reformas y a nuevas organizaciones políticas.

 

La fractura de 1988 abrió el camino para nuevas formaciones partidistas. Se cumplió al pie de la letra lo que ya Octavio Paz había advertido en su consultada obra El Ogro Filantrópico.

1988 ha sido señalado como el año de la gran escisión del PRI. A partir de ahí, nuevas opciones políticas surgen en el escenario político mexicano. Desde entonces, han operado en las elecciones legislativas y presidenciales 33 partidos políticos. Además del PRI (1929), el PAN (1939) y el PRD (1989), solo se sostienen: el Partido del Trabajo, fundado en 1990; el Verde Ecologista, de 1992; Convergencia (hoy Movimiento Ciudadano), en 1999; Nueva Alianza, fundado en 2003; Encuentro social, en 2012; y Morena, en 2014. Desaparecieron los tradicionales PPS y PARM, el primero en 1997 y el segundo en la elección federal de 2000.

 

Entre 1989 y el 2018 se han presentado 27 alternancias estatales. La primera en Baja California, donde permanece todavía el PAN en el gobierno. La segunda en Chihuahua, en 1992. Las últimas en 2016, en Durango, Veracruz, Tamaulipas y Quintana Roo, que habían permanecido sin cambio de partido en el gobierno. Quedan todavía sin alternancia: Estado de México, Coahuila, Colima, Campeche e Hidalgo.

 

Las alternancias en los gobiernos de los estados se han dado no precisamente con militantes de la oposición al PRI. Con el tiempo han gobernado priistas inconformes convertidos al PAN al PRD o independientes en: Baja California Sur, Zacatecas, Chiapas, Oaxaca, Ciudad de México, Durango, Nayarit, Veracruz, Quintana Roo, San Luis Potosí, Guerrero, Tabasco, Puebla, Tlaxcala, Sinaloa, Michoacán, Nuevo León y Aguascalientes: 18 casos de las 27 alternancias se han dado con priistas inconformes.

 

Panistas de origen y con antecedentes de militancia han ganado en Baja California, Guanajuato, Chihuahua, Yucatán, Jalisco, Sonora, Morelos y Tamaulipas. Perredistas de origen solo han gobernado en Michoacán y Guerrero. Amalia García después de Ricardo Monreal en Zacatecas.

 

Leonel Cota Montaño fue alcalde de La Paz por el PRI. Se peleó con el gobernador Guillermo Mercado y objetó la candidatura de Antonio Manriquez del PRI. El PRD lo hizo candidato y ganó en Baja California Sur. Gobernó de 1999 al 2005.

 

Arturo Núñez ocupó casi todos los cargos de la estructura nacional del PRI, pero el cacicazgo de Roberto Madrazo en Tabasco le cerró posibilidades de participación en su Estado. El PRD primero lo hizo senador y en 2012 le ganó a Jesús De la Torre la elección de gobernador, para el período 2012-2018.

 

Mario López Valdés era senador del PRI en Sinaloa, pero el gobernador Jesús Aguilar Padilla se empeñó en dejar como sucesor a Jesús Vizcarra Calderón. "Malova" se rebeló y fue candidato de la alianza PAN-PRD. Ganó la elección y gobernó del 2010 al 2016.

 

Ricardo Monreal era senador del PRI y aspirante al liderazgo nacional de la CNC. Enfrentó a Genaro Borrego y Arturo Romo, que impulsaron a Marco Antonio Olvera para el gobierno de Zacatecas. Se rebeló y el PRD lo hizo candidato. Ganó y gobernó de 1998 al 2004.

 

El expriista Gabino Cué en 2010 se rebeló contra el cacicazgo del gobernador Ulises Ruiz en Oaxaca, y postulado por PAN-PRD-PT y Convergencia le ganó al candidato del PRI Eviel Pérez Magaña.

 

¿Han aprendido los partidos de estas lecciones históricas o siguen aferrados a prácticas del pasado? ¿Cuál ha sido la falla principal?

 

El PAN enfrenta actualmente divisiones, principalmente por la salida de Margarita Zavala. ¿La falla? Ricardo Anaya enredó el proceso para postular candidato a la presidencia y se aprovechó de su estructura como lo hiciera Roberto Madrazo en el PRI en el 2005. Felipe Calderón intervino descaradamente en la vida interna del PAN durante su presidencia y ante la imposibilidad de imponer candidato presidencial y dirigente nacional del partido en 2012, provocó lesiones y fracturas políticas que han permanecido entre los principales actores del PAN.

 

El PRD ha disminuido al máximo su militancia por el paso (que no termina de contabilizarse todavía) de una gran parte de sus miembros al partido Morena. Su apoyo al Pacto por México le significó el fortalecimiento de Morena, y la alianza (Frente) con el PAN y MC para la elección presidencial le ha traído más desencanto que unidad interna. Se ha convertido en un partido en manos de cacicazgos, familias y tribus que se han repartido lo poco que queda de una organización, muy debilitada a nivel territorial y en conflicto permanente con el partido de López Obrador.

 

Morena luce fuerte, entre otras por el activismo de muchos años de su principal dirigente. Ha capitalizado el coraje y la insatisfacción social por la crisis económica, la violencia, la inseguridad y el desgaste del gobierno. Como partido, todavía no cuenta con gobernadores ni funcionarios perseguidos y procesados y no se ha desgastado en materia del ejercicio de gobierno. Se nutre principalmente de inconformes de otros partidos y de aquellos que ante la ventaja en las encuestas —que no han bajado en más de un año—, perciben que López obrador va a ganar y no quieren aparecer fuera de ese proyecto. También se nutre de una gran variedad de reciclados políticos que en otras épocas han jugado con una diversidad de partidos y organizaciones de todo tipo. Es el partido político más joven del sistema, sin estructura territorial pero que basa su principal fuerza en el liderazgo de su creador. Por eso el transfuguismo político sigue y seguirá.

 

La lucha por el poder al parecer no tiene límite. ¿O  sí? Con todo, la moneda sigue en el aire.

 

 bulmarop@gmail.com

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