Autoengaño

Los procesos electorales federal y locales que se realizarán el 2021 serán un auténtico parteaguas histórico en el desarrollo de la democracia en México. La mayoría de los partidos políticos se jugarán su viabilidad futura; Morena, el partido de la 4T se enfrentará a la prueba de fuego de las urnas sin el acompañamiento carismático del presidente López Obrador en las boletas electorales; se confirmarán los alcances reales de las candidaturas independientes; se pondrán a prueba las ofertas de nuevos partidos políticos nacionales; y habremos de confirmar si el INE puede “hacer más con menos presupuesto”.

Los partidos políticos nacionales deberán resolver en menos de 500 días los procesos internos para postular 3,500 candidaturas cada uno: 15 a gobernaturas estatales, 300 a diputaciones federales de mayoría y 200 de representación proporcional; más las 1,063 de diputaciones locales y 1,922 presidencias municipales.

Adicionalmente deberán preparar sus plataformas electorales, diseñar planes y estrategias de comunicación y campañas políticas, preparar su estructura de representación electoral; y operar sus programas de activismo y promoción del voto.

En esos mismos 500 días, los partidos políticos con mayor militancia enfrentarán el reto de resolver sus contradicciones internas derivadas de los procesos de renovación de sus dirigencias nacionales, el proceso de actualización y depuración de sus padrones de afiliados, la organización de sus Consejos, Congresos o Asambleas nacionales; así como para solventar las exigencias de su necesaria renovación, refundación o transformación institucional.

Pero tal parece que los dirigentes nacionales de los referidos partidos políticos “tienen otros datos”, o viven otra realidad. Una realidad simulada. Una realidad en donde la unidad, la democracia interna, la inclusión, la actualización de estructuras dirigentes, la atención a sus necesarios procesos de renovación, la preparación de estrategias, programas y propuesta ideológica, así como el abanderamiento de causas de la sociedad, son sólo simulación.

La simulación política es una práctica cuyo propósito es engañar a otros actores o a la opinión pública con relación a la realidad que se vive internamente; es una enfermedad crónico-degenerativa para los partidos políticos y se convierte en enfermedad terminal cuando se transforma en autoengaño.

La simulación es la peor resistencia al cambio; se presenta de manera inercial cuando los intereses personales o de grupo predominan sobre los proyectos ideológicos y programáticos, cuando el pragmatismo de los dirigentes se entroniza para avasallar el interés de la militancia.

En este contexto, las dirigencias partidistas deben asumir en los hechos que vencer las resistencias internas es factor fundamental para ganar elecciones. No se puede tener éxito sólo con voluntarismo y buenas intenciones.

El trabajo organizado e incluyente, la reconciliación con su militancia, la atención y superación de las contradicciones endógenas, serán la mejor vacuna contra el autoengaño. El 2021 sólo prevalecerán los partidos políticos capaces de sintonizarse con la nueva realidad ciudadana que ya vivimos en México.

POR JOSÉ ENCARNACIÓN ALFARO CÁZARES

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