Lo sucio de las “energías limpias”


Por Alberto Vizcarra Ozuna

 

          En atención al más elemental principio científico, las denominadas energías limpias no son una alternativa energética sustentable para un país que se proponga una demanda de altos flujos de energía que alimenten un proceso intenso de industrialización. Los consorcios privados que las promueven, insertos en el mundo de la especulación financiera, no tienen interés en el desarrollo de las naciones en las que se instalan, por el contrario hacen negocio al mismo tiempo que debilitan las capacidades energéticas de los países y con ello cierran el camino a la industrialización y modernización.

 

          Con las reformas de principios de los años noventa, México se abrió a la inversión privada en la cogeneración de energía. La reforma energética del sexenio pasado consolidó su proceso al amparo ideológico de la reivindicación  de las energías limpias, y  le proporcionó un  mayor espacio a la generación de energía solar y eólica. En muy pocos años y principalmente durante el gobierno de Peña Nieto, montaron una capacidad para participar con cerca del diez por ciento del suministro nacional, estructurando contratos alimentados con una fuerte dosis de subsidio por parte  de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), que tiene a su cargo y costo la red nacional de distribución y suministro de energía en el país.

 

          A la sombra de la reforma energética, los generosos subsidios a la producción de energía solar y eólica, se consentían de buena gana y nos promocionaban como un país adherido a la ola verde mundial de las energías limpias. Pocos sabían que eso le costaba al país más de 8 mil millones de dólares anuales, requeridos en respaldo a las empresas solares y eólicas, que por su condición de intermitencia -en tanto que no producen energía en la noche y cuando no hay viento- la paraestatal de la CFE tiene que salir a suplir esa ausencia de suministro así como conducir la energía que generan. Ambas operaciones –suministro y conducción- realizadas en forma completamente subsidiada por la empresa paraestatal para asegurarles a los generadores privados amplios márgenes de ganancia en su desempeño.

 

          El parásito actúa con el instinto y la ilusión de que el organismo víctima siempre se mantendrá vivo. Las empresas solares y eólicas tenían la proyección de que bajo estas condiciones abusivas estarían dominando el 30 por ciento del mercado eléctrico nacional en el 2024 y el 75 por ciento en los años subsecuentes. Sin duda una ruta suicida. Someter a la CFE al ritmo de saqueo con el esquema de subsidio que las mantenía operando, en muy poco tiempo terminaría por colapsar física y financieramente a la paraestatal, lo cual hubiera propiciado aumentos exponenciales en el costo de la energía eléctrica tanto para el consumo doméstico como para el industrial.

 

          La reacción del Director Nacional de la CFE, Manuel Bartlett Díaz en contra de esta operación desventajosa para el sector eléctrico nacional, desató la furia de quien siente que le frustran su ambición desmedida. Como suele ocurrir con este tipo de intereses, de inmediato levantaron banderas en contra de una supuesta estatización y de violaciones a las reglas del libre mercado.

 

El director no ha hecho ningún desplante ideológico en sus respuestas, pero ha sido firme en el principio de que la operatividad de dichas empresas tiene que ser adecuadamente regulada. Y pone las cosas sobre la mesa: “solo se quieren reglas claras y equitativas y el punto de discusión es si el gobierno debe subsidiar a esas empresas o no, y no lo vamos a hacer”.

 

Es evidente que el futuro energético de México y del mundo no puede descansar en la fuente solar y eólica, no solo por los desmesurados subsidios que reclaman para subsistir, sino por su baja densidad de flujo energético que imposibilita sostener actividades industriales que reclaman altas densidades de de calor en los procesos químicas y siderúrgicas.

 

El gobierno de López Obrador, debe dejar de coquetear con las mal llamadas energías alternativas, y abocarse a fortalecer el verdadero suministro limpio de energía que proviene de la energía nuclear. La parte más oscura del período neoliberal está representado en el abandono del país a esta fuente de mayor densidad energética y que por más de 35 años solo hemos construido una planta nuclear que apenas proporciona el 2 por ciento del suministro nacional.

 

Ciudad Obregón, Sonora, 27 de mayo de 2020

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