No se ha revelado aún la agenda que vendrá a cubrir Claudia Sheinbaum a Sonora en su primera visita ya como presidenta en funciones, el próximo 21 de diciembre, en el marco de una gira por los estados del norte del país.
La información oficial dice que el gobernador Alfonso Durazo y el equipo de la mandataria trabajan en ello, pero no es muy aventurado suponer que hay algunos temas urgentes sobre los que en Sonora se esperan definiciones ejecutivas de gran calado, habida cuenta el horizonte en el que aparecen no pocos nubarrones.
El próximo 20 de enero asume la presidencia de Estados Unidos Donald Trump, quien ha adelantado virajes en sus políticas respecto a nuestro país, particularmente en el tema de la deportación masiva de migrantes y el combate al crimen organizado, particularmente aquellas bandas que producen y/o trafican fentanilo hacia el país vecino, donde mueren alrededor de cien mil personas al año por el uso de esa sustancia.
La visita de la presidenta a los estados del norte mexicano podría entenderse en ese contexto. Desde Baja California hasta Tamaulipas, pasando por Chihuahua, Nuevo León y Coahuila deberán estar preparados para enfrentar los efectos de una ola de deportaciones como no se había visto ni siquiera en el gobierno de Barak Obama, que según registros expulsó de su país casi tres millones de indocumentados durante los ocho años de su gobierno.
Trump ha amenazado con subir esa cifra hasta 11 millones en esta su segunda gestión, aunque eso también lo dijo antes de asumir la primera, y en realidad se quedó muy por debajo de esa cifra.
Como sea, es la hora de preguntarse si en Sonora y especialmente en sus ciudades fronterizas se cuenta con suficientes recursos humanos, materiales, logísticos, de infraestructura y equipamiento para atender esa nueva realidad que plantean los próximos cuatro años, al menos.
Claramente, lo que hasta ahora hemos visto en ciudades y carreteras de Sonora en materia de migración no parece acercarse siquiera al escenario que plantea la deportación de miles, decenas de miles de indocumentados no solo mexicanos, sino de Centro y Sudamérica, del caribe, África y Asia.
El fenómeno es de doble vía, pues mientras EEUU enviará un considerable flujo de migrantes a México, la migración que viene de sur a norte, como indican experiencias previas, no cesará. El gobierno federal mexicano y los estados fronterizos tendrán que poner sus mejores empeños para atender esa nueva realidad.
El tema no es sencillo porque además de los muchos recursos económicos que se necesitan -y que EEUU no está dispuesto a proporcionar de algún modo- se requieren abordajes multidisciplinarios e interinstitucionales no del todo vistos hasta hoy por parte del gobierno mexicano.
El otro tema caliente es el de la seguridad pública, señaladamente el que involucra el accionar de bandas del crimen organizado que, en el caso de los estados fronterizos adquiere para Estados Unidos un carácter de seguridad nacional.
En Sonora, y supongo que en otros estados también, ya hay una larga tradición de colaboración con agencias de seguridad estadunidenses y entre las fuerzas armadas de ambos países, pero el nuevo enfoque que pretende darle Donald Trump apelando al principio de extraterritorialidad implica nuevos retos en la relación bilateral.
Esos son temas coyunturales que plantea la sucesión en EEUU, pero hay otros digamos más domésticos aunque no menos serios, que el gobierno de Claudia Sheinbaum debe abordar con el estatal. Por ejemplo los dilemas que enfrenta la producción agropecuaria sobre todo en el sur del estado, donde la falta de lluvias ya dejó cientos de miles de hectáreas sin sembrar, lo que está generando un clima de zozobra entre los productores de los valles del Yaqui y el Mayo.
Sheinbaum no es ajena a esta problemática. Como presidenta electa, acompañó al entonces presidente en funciones, Andrés Manuel López Obrador en sus giras por Sonora; estuvo en El Desemboque con los seris, en Puerto Peñasco, en Guaymas y en Vícam, corazón del territorio yaqui. Conoce muy bien los motivos y proyecciones de los planes de justicia para las etnias a los que se comprometió a dar continuidad, lo mismo que a los proyectos de modernización del puerto de Guaymas, la carretera Guaymas-Chihuahua y la reubicación de las vías del ferrocarril para sacarlas del casco urbano de Nogales.
Toda visita presidencial despierta siempre grandes expectativas por los anuncios que suelen hacerse en estas giras. La del próximo 21 de diciembre no es la excepción. Se advierte que hay una excelente relación de la presidenta con el gobernador pero también se advierten temas que exigen respuestas a las que hay que estar muy atentos.
II
Desde hace tiempo se viene escuchando en Radio Pasillo la versión de que Alejandro López Caballero ya levantó la mano para buscar la candidatura del PAN a la alcaldía de Hermosillo, cargo que ya ocupó en el trienio 2012-2015, después de haberse desempeñado los tres años anteriores como secretario de Hacienda del gobernador Guillermo Padrés Elías.
De confirmarse esta versión, esta jugada movería muchas piezas en el tablero político de la capital del estado, acaso el único enclave importante, el último reducto de la oposición, la plaza más grande de Sonora donde Morena es oposición.
Una plaza, hay que decirlo, que la alianza PRI-PAN-PRD ganó en 2021 arrebatándosela a Morena, que no pudo conservarla llevando a Célida López como candidata a la reelección. Esa misma alianza refrendó el triunfo en 2024 pero en ambos procesos tuvo mucho que ver el candidato: Antonio Astiazarán Gutiérrez.
Quitándole a esa alianza la figura del alcalde de Hermosillo, la caballada se advierte sumamente flaca, por no decir famélica. Alejandro López Caballero sería una figura fuerte, conocida, polémica y con mucho dinero, pero llena de claroscuros.
Ayer, el colega y amigo Gustavo Valenzuela soltó la versión de que este sábado, López Caballero se reuniría en la finca del exgobernador Guillermo Padrés con personajes que lo acompañaron en su fugaz y vilipendiado sexenio, para comenzar a trabajar en esa candidatura.
En los últimos dos procesos, Morena ha probado que en Hermosillo es una fuerza real y competitiva, que se ha quedado muy cerca del triunfo. Ya sin el Toño Astiazarán y con muchas dudas sobre la eventualidad de mantener la alianza PRI-PAN el escenario para estas fuerzas luce más complicado.
El padrecismo, lejos de constituir una fortaleza para la candidatura de López Caballero pareciera más bien una debilidad. Sus principales cuadros no son, que digamos, un dechado de popularidad; siguen teniendo peso en el PAN, pero ese partido no pasa por su mejor momento. De hecho, en el desangelado proceso de reelección de Gildardo Real como dirigente estatal, se evidenció la grieta que se abrió precisamente al final de la administración de López Caballero, cuando Damián Zepeda, el candidato del PAN a la alcaldía rompió lanzas con quienes mandaban en ese momento en el partido y en el gobierno estatal, acusándolos de haberle dado la espalda y abrirle el camino a Manuel Ignacio Acosta, el candidato del PRI.
Como alcalde, López Caballero recibió primero al ‘Maloro’ que a Damián y ahí se comenzó a escribir la historia de la recuperación de la alcaldía para el PRI.
Antes que una figura de unidad, Alejandro López Caballero reabriría las heridas de aquel proceso y podría ser un factor de división entre los blanquiazules. Pero de que generaría polémica, es un hecho.
También me puedes seguir en X: @Chaposoto