De la unidad y la desunión



El domingo pasado se llevó a cabo una nueva marcha en Ciudad de México. Sus organizadores, en un inusitado arranque de ingenio (nótese el sarcasmo) la bautizaron con agua bendita ciudadana y le pusieron por nombre “México Vibra”, y para que tuviera mayor penetración y se convirtiera en un tema nacional, le agregaron un “Hash Tag”. Unos dicen que hubo más de 40 mil concurrentes, otros dicen que no llegaron a 20 mil, lo cual no nos debe extrañar, porque en las marchas cada quién mide la concurrencia con diferentes unidades de volumen. Y también hubo, hay y seguirá habiendo, comentarios y análisis en todos los tonos. Usted lo sabe: en lo único que los mexicanos somos campeones mundiales, es en el disenso y el rezongo.

De las muchas columnas y artículos publicadas en todas partes del país sobre el evento de marras, me voy a permitir reproducir los párrafos inicial y final del estupendo artículo de Jesús Silva-Herzog Márquez publicado por el diario Reforma el lunes pasado, y reproducido en nuestra página “Casa de las Ideas”. Don Jesús, como es su costumbre, se ubica en una posición muy especial, dura y crítica, más cerca a un extremo que al otro, y dice cosas que a los patrioteros de pacotilla -que en nuestro país abundan más que las alergias y las urticarias- les deben sonar a herejía. Pero primero lea usted lo que escribió Silva-Herzog y luego seguimos platicando y comentando.

“Se equivocan quienes piensan que la unidad fortalece. Hablar como si fuéramos uno, nos debilitaría. Sería, por supuesto, una falsificación. Imposible hacer desaparecer las discrepancias, borrar las desigualdades y los agravios, negar la contraposición de nuestros propios intereses. Pero esa fingida cohesión no solamente sería una farsa, sería, sobre todo, una mala estrategia. El pluralismo no amenaza el interés nacional, como nos quieren convencer quienes ven con sospecha el disenso ante la amenaza. Hay mil maneras de defender al país. Creer que la única forma de hacerlo es respaldar al gobierno o deponerlo es abdicar de las muchas formas en que podemos hacer valer los intereses nacionales. ¿En verdad creen los promotores de la unidad que tener una sola voz frente al patán nos permitiría defendernos mejor de su amenaza? La diversidad no nos hace vulnerables. Lo que nos debilita frente al agresor son nuestros fracasos, no nuestras diferencias.

El anhelo mismo de la unidad es un agravio. Es la aceptación de que muchos han de callar sus exigencias para rendir honores a la abstracción nacional. No hay por qué lamentar nuestra desunión. Lo criticable es el colaboracionismo del gobierno federal, su apuesta por endulzar las ofensas, su disposición a pagar cualquier precio por mantener la apariencia del libre comercio. Lo criticable es la irrelevancia e, incluso, la indignidad de nuestras instituciones representativas. Lo criticable es el aldeanismo de los partidos de oposición. Lo criticable es la ausencia de un sindicalismo autónomo y potente. Que en la sociedad civil, que en la clase política, que en los foros de la opinión haya desacuerdos sobre el modo de encarar la amenaza no es mala cosa. Que haya distintas maneras de hacer visible la indignación por el xenófobo no me parece preocupante. El problema no es la desunión. El problema es la politiquería”.

Usted dirá si es posible mayor claridad y contundencia, y esté o no de acuerdo con la posición de don Jesús, tendrá que aceptar que es un planteamiento indudablemente válido, cuando menos mucho más válido que la gran mayoría de las estupideces que circulan tanto en el ciberespacio como fuera de él, en este atribulado y desorientado México nuestro que se revuelca en el chiquero de sus propios desperdicios, y no permite que penetre el aire limpio y tonificante del raciocinio sereno y desapasionado con que se nutren el sentido común y la sensatez.

Encuentro en los razonamientos de Silva-Herzog una gran lógica. Su conciencia de que la diversidad en nuestro país es una catapulta y no un freno me parece un argumento muy sustancioso, es decir, ¿cómo puede ser posible pretender que en la búsqueda de una unidad montada como una escenografía en el teatro politiquero, se abdique de la diversidad y la pluralidad que, de hecho, constituyen el sello distintivo de un país como el nuestro, que lucha por dejar de ser oveja para convertirse en águila?

El sentido profundo del concepto “unidad” nos plantea una suerte de dilema que necesariamente tendremos que resolver, si en verdad queremos hacer frente a los retos que nos plantea el nuevo mundo que se nos acaba de revelar. La amenaza representada por el papanatas xenofóbico no es nueva, ni surgió repentinamente de la nada. Siempre ha estado ahí, a veces en forma soterrada, a veces en forma abierta, pero siempre ha formado parte de las relaciones entre Estados Unidos y México. Ellos siempre han sido lo que son, y nosotros lo que somos. Ellos tienen su particular diversidad y nosotros la nuestra, y ambos tendremos que aprender a vivir con ellas y caminar hacia nuestro destino cargándolas a cuestas.

Y en otra cosa tiene Silva-Herzog absoluta razón: “El pluralismo no amenaza el interés nacional, como nos quieren convencer quienes ven con sospecha el disenso ante la amenaza. Hay mil maneras de defender al país”. En una guerra los ejércitos se integran con individuos diferentes entre sí, y jamás se utiliza una sola clase de armas, y así se ganan y se pierden las batallas. En un conflicto planteado en las actuales condiciones resulta necio emplear la unidad nacional -por lo demás inexistente e imposible de lograr- como estrategia única e inmutable. Ante el dilema es necesario detener la carrera desenfrenada y analizar qué somos, cómo somos y con qué contamos para hacer frente a las amenazas, porque son varias y no solo una.

Debemos reconocer y aceptar que esas amenazas provienen no solamente del exterior, sino que en el interior de nuestro país han estado siempre, y que tal vez sean incluso más graves y peligrosas. El fenómeno de las migraciones en el mundo siempre ha planteado situaciones de alta crueldad, inhumanidad e injusticia, y no existen en ninguna parte del planeta ejemplos de solución razonablemente aceptables. Quienes se mueven cruzando fronteras abandonan un entorno que es suyo y que por diversas razones los expulsó, para invadir otro que necesariamente reaccionará en forma hostil y agresiva, quedan expuestos a situaciones de inhumanidad e injusticia que inevitablemente les resultarán lesivas. Así lo han hecho ellos siempre, y así lo hemos hecho y lo seguimos haciendo nosotros también, solo que nuestra ancestral e hipócrita doble moral oculta en forma por demás conveniente nuestra particular xenofobia a-la-mexicana.

Por ello puedo aceptar sin ningún problema los planteamientos que hace Silva-Herzog, en particular cuando concluye su artículo diciendo: “Que haya distintas maneras de hacer visible la indignación por el xenófobo no me parece preocupante. El problema no es la desunión. El problema es la politiquería”. En esta acertada frase queda sintetizada la esencia del actuar de nuestro lado: no nos debe preocupar demasiado la pluralidad, la diversidad y finalmente la desunión; lo que debe preocuparnos es la suciedad de la politiquería, que ha contaminado casi totalmente la limpieza de las intenciones honestas que pudo haber en quienes buscan dar una respuesta de integridad e identidad a una embestida evidentemente injustificable y profundamente irracional.

Por lo demás, esta nueva etapa de una lucha que se remonta a nuestros orígenes como dos naciones fundamentalmente diferentes, apenas empieza. Son infinitos los argumentos que se pueden esgrimir a favor y en contra, pero los argumentos, por válidos que sean, no constituyen necesariamente las reglas que deberán regir en el conflicto. De hecho, han arrancado las hostilidades sin que se hayan establecido reglas aceptables por ambas partes, y sin que exista un árbitro que mantenga las mínimas condiciones de civilidad, lo cual define el conflicto como una batalla campal a caída libre y sin límite de tiempo, en la que como suele suceder prevalecerá la fuerza bruta y perderán la justicia y la razón, que presumiblemente nos asisten y se encuentran de nuestro lado. Desde luego, ellos han de pensar lo mismo, y así nos encontramos de nuevo ante el histórico cuento de nunca acabar.

Mientras se escribe el siguiente capítulo de la historia mundial -porque, no lo dude usted, lo que está ocurriendo tendrá repercusiones mundiales- aquí dentro de nuestro México, que en alguna época fue llamado “el cuerno de la abundancia” (porque en realidad lo fue en muchos sentidos) lo único que abunda es la pobreza, la incertidumbre y -lo adivinó usted- el disenso y la desunión que, si interpreto correctamente la afirmación de Silva-Herzog, no necesariamente es mala ni buena, sino todo lo contrario. Paradojas habemus, amigos, y ahí la llevamos en esta loca carrera hacia lo desconocido.

Por lo pronto, preparémonos para la difícil jornada que nos espera, y llenemos nuestra mochila de viaje con los artículos escenciales: varias botellas de fe y esperanza, dos cajas de ilusiones semi trituradas, algunos suspiros de resignación, cinco kilos de aguante, y un par de tenis de repuesto, porque la senda que tenemos a la vista se percibe tortuosa, oscura y larga… muy larga.

Agradeceré su comentario a continuación, o envíelo a oscar.romo@casadelasideas.com

En Twitter soy @ChapoRomo

Comentarios

Comenta ésta nota

Su correo no será publicado, son obligatorios los campos marcados con: *