El frenesí y la ilusión de Fausto Soto Silva  (1936-2009)

"La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres."

El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.

UN TRISTE DÍA COMO HOY

 No nos podíamos acostumbrar al retiro definitivo de Fausto Soto Silva, de su Radio periódico diario de la XEDM, acompañado con el café y el Diario preferido, que cubrió durante décadas a partir de las 7 de la mañana –"llueve, truene o relampaguee”-, cuando ya nos tendremos que resignar a su desaparición física de esta dimensión material. Murió su cuerpo y nació la leyenda.

 ANTES

 En "la grande Sonora, con 50,000 watts de potencia”, disfrutamos sus crónicas del beisbol de invierno, haciendo el uno dos con su inseparable y discípulo Ricardo Acedo Samaniego. Y el programa de año nuevo que, desde una cabina, armaban una fiesta que remataba con la declamación del poema de Guillermo Galindo y Fierro, Brindis del Bohemio, con la voz del bien recordado Francisco Moreno Gil.

 LA VOZ DE LOS SIN VOZ

 Con la osadía de dar voz a los tantos y tantos sin voz antes de su experimento nacional de micrófono abierto, que hizo crecer el tamaño de sus zapatos, ¡cuántas personas del pueblo compartieron sus alegrías y sus penas! ¡Los grandes y pequeños problemas de la comunidad y la indiferencia y desidia para resolverlos! Fueron momentos algo más que simples desahogos; y, por supuesto, líderes de opinión, funcionarios, candidatos y gobernantes locales y nacionales, para quienes ser entrevistados por él era un rito obligado en Hermosillo, como la carne asada y las coyotas de Villa de Seris. Mostraba orgulloso su Premio Antena y las fotografías que tapizaban su oficina.

 8 HRS.

 Escuchábamos "Las campanas de la catedral metropolitana... desde Hermosillo... la bella capital de … Sonora", vieja grabación de Ramón Borbón Sánchez.

El dar esa voz a voces del pueblo, ni más ni menos que les alentó a ejercitar su derecho natural y constitucional de libertad de expresión; les quitó las cadenas de su cautiverio a su palabra -el mayor mal que puede venir a los hombres-, honrando la denuncia de Cervantes en esa Biblia laica, El quijote de la mancha, desde el siglo XVII.

 Su original estilo –aprendido en la Universidad de la vida y enseñado a diario-, fue tema de tesis profesionales de Escuelas de Comunicación y, afortunadamente, continuado por cada vez más locutores y conductores de Radio.

 EVOCACIONES

 Cuántos recuerdos vivos de sus abuelos y padres ha expresado la generación de jóvenes sonorenses en sus comentarios, en las versiones en línea de los medios electrónicos.

Por supuesto que, como todos los que llevamos encima las miserias de la condición humana, seguramente fue llamado, "70 veces 7”, por las tentaciones bíblicas de: mundo, demonio y carne.

¿Quién no?

Me confiaba que también fue víctima de ese pecado capital que, en el monumento literario del siglo XIII, La Divina Comedia, de Dante Alighieri, tan bien retrata en el Segundo círculo del purgatorio, cáncer que corroe a no pocos: la envidia. El mal por el éxito ajeno.

Exigente con los que leía y comentaba en su programa, me halagó un sábado que leyó, entre otros, íntegro y pausado, mi artículo "Nacida y muerta digna”, del crimen de la activista de Derechos Humanos, Digna Ochoa, en el DF.

 AMISTAD

 Antes que a él, conviví en la escuela de Derecho de la Universidad de Sonora con su hermano Ramón, también sencillo y franco –hoy Notario Público-, en aquella generación que apadrinó uno de los más grandes juristas del siglo XX, Don Mario de la Cueva.

En mi hogar fuimos de sus muchos amigos de Fausto, cultivados en una relación de mutuo aprecio y respeto; de esporádicas visitas a su oficina y el obligado obsequio decembrino.

Nos tranquilizaba verlo en el cine, o caminando por las tardes por la Avenida Colosio, imaginando su júbilo de retirado disfrutando a sus nietezuelos –que imaginariamente, como aconsejaba Quijote a Sancho, le cerraron sus párpados- y las referencias y fotos, siempre sonriente, que hacían de sus tertulias, sus colegas y amigos de la Mesa Cancún…y posponíamos la siguiente visita.

 PREMONICIÓN

 Casualmente, al estar disfrutando el sábado anterior la comedia regional de teatro "Güevos rancheros”, del dramaturgo y orgullo del barrio 5 de Mayo, Sergio Galindo, le recordaba a mi esposa Dolores a Fausto, porque el actor Marco Antonio López, que hizo el papel de la humilde anciana Carmina, mamá del holgazán Raymundo, hizo el de Fausto en la cabina, en aquella otra comedia "Dios lo bendiga” –inspirada en su programa-, del no menos prolífico dramaturgo universitario, Cutberto López.

Por encima de todas las cosas, deben sentirse muy orgullosos por haber sido la familia en cuyo seno anidó él su natural bonhomía, su esposa Dora Mendoza de Soto, sus hijos Fausto, Julio e Iveth Soto Mendoza, así como nietos y sus hermanos.

Quedémonos con el recuerdo del joven que, nacido en la pequeña comunidad ópata de Churunibabi y luego venido desde Cananea, luchó por que triunfara su vocación; el profesional exitoso de la crónica deportiva y de la locución y de las ventas –que nunca se vendió- y quien derrumbó, con sólo las armas de su teléfono y micrófono, el muro del silencio, en una nación sobre cuya memoria aún debe pesar el imborrable episodio: En el año 1767, el rey de España, Carlos III, decreta la expulsión de los jesuitas de su reino y colonias. El marqués de Croix, virrey de la Nueva España, manda imprimir el Bando con la orden de expulsión y lo termina con estas palabras: "De una vez por lo venidero deben saber los súbditos del Gran Monarca que ocupa el trono de España que nacieron para callar y obedecer y no para discurrir y opinar en los altos asuntos del gobierno."

 11 HRS.

 Nunca olvidaremos su despedida: "Desde el pie del cañón, el pie de la cureña: Les deseo lo mejor de la vida: la vida misma."

 FINALMENTE, ¿QUÉ ES LA VIDA?

 Jorge Manrique (1440-1479), en Coplas por la muerte de su padre, nos legó:

Nuestras vidas son los ríos

que van a dar en la mar,

que es el morir;

allí van los señoríos

derechos a se acabar

y consumir;

allí los ríos caudales,

allí los otros medianos

y más chicos,

y llegados, son iguales

los que viven por sus manos

y los ricos.

 En La vida es sueño, obra de teatro de Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-1681), el tema central es la libertad frente al destino. En el monólogo de Segismundo encerrado nuevamente en la torre, expresa los últimos versos que dan nombre a la obra:

¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño;

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son.

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