A PROPÓSITO DEL “MATRIMONIO IGUALITARIO…”


“Mis pensamientos no son sus pensamientos, ni sus caminos son mis caminos… Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a sus caminos” (Isaías 55,8-9).
Valoro mucho la misión de las diputadas y diputados del Congreso del Estado de Sonora. Ellos han sido elegidos por nosotros para representarnos en aquellos asuntos que miran al bien común y legislar, buscando atender todo aquello que venga a resolver situaciones que estén afectando a nuestra sociedad sonorense.
La Iglesia respeta y valora la dignidad de todo ser humano, sin importar la condición social, religiosa, sexual de las personas. Todos tenemos la misma dignidad a los ojos de Dios.
La doctrina de la Iglesia Católica, considerada como Asociación Religiosa en México, está basada y avalada jurídicamente, según nuestra Acta Constitutiva, en tres grandes documentos: La Sagrada Escritura (la Biblia), el Derecho Canónico (Ley de la Iglesia), y el Catecismo de la Iglesia Católica. Estos tres documentos recogen, en términos generales, la doctrina cristiana milenaria. Esta doctrina es la que nosotros, como miembros de la Iglesia, tenemos el derecho de compartir y defender. Como es la cuestión acerca del Matrimonio.
El Matrimonio es una institución, basada en la misma naturaleza humana, y es entre un hombre y una mujer, no entre personas del mismo sexo. Esto así lo entendemos y defendemos todas las iglesias cristianas, no sólo la católica.
Las diputadas y diputados debieran, en éste y en otros asuntos, consultar a sus representados para ver cuál es nuestra opinión al respecto. Me da la impresión que la iniciativa del “matrimonio igualitario”, hoy (23 de septiembre de 2021) aprobada de prisa, no responde al sentir y querer de nuestro pueblo, sino más bien a una agenda internacional que está permeando a los legisladores, a manera de una ideología que deben secundar, aunque no responda a una necesidad prioritaria de la sociedad. Invito a los miembros del Congreso de Sonora a que, para éste y para otros asuntos, platiquen antes con la gente que representan y escuchen cuál es el parecer del pueblo que los eligió para tan gran responsabilidad.
Por otra parte, la etimología de la palabra matrimonio expresa “matriz”, “vientre”, “maternidad”, “generación y protección de la vida”, cosas que sólo se dan en la unión de un hombre y una mujer. Quienes han promovido o secundado esta iniciativa debieron, a mi modo de ver, buscar otras raíces griegas o latinas y acuñar una palabra que exprese el concepto de la unión legal de dos personas del mismo sexo. De hecho, hace algunos años se acuñó la expresión “sociedades de convivencia”. Estas uniones (estas sociedades de convivencia) pueden y deben ser protegidas por las leyes, no cabe la menor duda, pero en sentido estricto no pueden ser equiparadas o llamadas “matrimonios”.
Termino citando al Papa Francisco que, en su Exhortación Amoris laetitia número 52, nos dice: “Nadie puede pensar que debilitar a la familia como sociedad natural fundada en el matrimonio es algo que favorece a la sociedad. Ocurre lo contrario: perjudica la maduración de las personas, el cultivo de los valores comunitarios y el desarrollo ético de las ciudades y de los pueblos… Sólo la unión exclusiva e indisoluble entre un varón y una mujer cumple una función social plena, por ser un compromiso estable y por hacer posible la fecundidad… Las uniones de hecho o entre personas del mismo sexo no pueden equipararse sin más al matrimonio. Ninguna unión precaria o cerrada a la comunicación de la vida nos asegura el futuro de la sociedad”.
+ Ruy Rendón Leal
Arzobispo de Hermosillo
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