No es Nuevo León, es México

Arturo Soto Munguia /    2023-12-01
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No, el asalto al Congreso de Nuevo León no debe verse desde la óptica de un conflicto local en aquel estado, sino a través del prisma de las estrategias nacionales de los partidos que integran los dos grandes frentes en disputa, no tanto por la presidencia de la República -que parece estar definida en favor de Morena-, sino por la eventualidad de que ese partido y sus aliados se alcen también con la mayoría calificada en el Congreso de la Unión.

 

Ese es el tema de fondo y el que ha soltado los demonios en Nuevo León, donde el gobernador Samuel García se ha lanzado a una aventura en la que no solo tiene nulas posibilidades de ganar la presidencia, sino muchos riesgos de que, al retar a los poderes reales y fácticos de una oposición que manda en el Congreso local, termine inmolado en la piedra de los sacrificios y no solo se quede sin el cuadro y sin la estampa (sin la gubernatura ni la presidencia) sino perseguido y enredado en el laberinto de los tribunales.

 

Samuel García hizo lo que nadie había podido hacer en Nuevo León: unir al PRI y al PAN, que van a agotar todos sus recursos para triturarlo.

 

Samuel no es el fenómeno que se pretende vender. De hecho, su triunfo en Nuevo León obedeció más al error de cálculo político que hicieron los panistas al negarse a ir en alianza con el PRI en 2021.

 

Los resultados electorales de ese año en Nuevo León dan un panorama claro al respecto.

 

Como candidato de MC, Samuel García obtuvo 768 mil 808 sufragios, un 36% de la votación, apenas 8 puntos arriba del candidato del PRI, Adrián de la Garza que obtuvo 598 mil 052, 27.9%.

 

El PAN, que llevó a Fernando Larrazábal como candidato y se negó a ir en alianza, tuvo 392 mil 901 votos, el 18.33%.

 

La candidata de Morena, Clara Luz Flores tuvo un derrumbe épico después de los escándalos en que se vio envuelta y el pésimo manejo de su campaña, quedándose en el cuarto lugar con 300 mil sufragios, apenas el 14% de la votación.

 

Dos años después, el PRI y el PAN han aprendido la lección y están manejando una estrategia de dos pistas: en lo local, designar desde el Congreso del Estado a un gobernador interino, Luis Enrique Orozco Suárez, un personaje muy ligado al priista Adrián de la Garza, de quien fue contralor en la administración municipal de Monterrey cuando el primero fue alcalde.

 

Fue vicefiscal estatal antes de ser designado por el Congreso como gobernador interino y en los mandos nacionales del PRI y el PAN se dice que cuenta con información privilegiada sobre la administración de Samuel García, información que ya como gobernador podría incrementar hasta ordenar la integración de expedientes tan comprometedores que podrían impedir que García Sepúlveda regrese al gobierno de Nuevo León.

 

Orozco Suárez tiene un punto oscuro en su carrera, relacionado con el caso Debanhi Escobar, la joven asesinada en abril de 2022 y cuya muerte sigue impune y envuelta en un mar de dudas.

 

Esa es otra historia que seguramente resurgirá en los próximos días, porque, retomando la idea inicial de esta columna, ni eso ni el conflicto local en Nuevo León son tan relevantes como lo que está en juego para los dos grandes bloques en disputa por la presidencia y, reitero, por la mayoría calificada en el Congreso de la Unión.

 

A estas alturas nadie duda que Samuel García -destapado por AMLO como candidato de MC a la presidencia, por cierto- no tiene posibilidad alguna de triunfar, pero nadie duda tampoco, que le abrirá un boquete importante a la alianza opositora a Morena, hoy llamada “Fuerza y corazón por México”.

 

Y eso no se lo van a perdonar, como quedó claro al imponerle a un gobernador interino que puede convertirse en su verdugo.

 

Claro, Samuel no está solo. Tiene de su lado al presidente de la República, a su candidata y a todas las fuerzas políticas que gravitan en sus entornos, además de los recursos económicos, materiales, tecnológicos y mediáticos que manan desde esa cuasi inagotable fuente que es el Estado mexicano.

 

Por eso Nuevo León, incluyendo el zafarrancho que con cierta dosis de ingenuidad provocó MC en el Congreso para tratar de impedir la designación del gobernador interino, no pueden ser vistos como un tema local. Por lo que está en disputa, ya convocó a la guerra sin cuartel a las dirigencias nacionales de todos los partidos políticos, a la presidencia de la República y a los poderes fácticos en la contienda, medios nacionales y capitanes del dinero incluidos.

 

Cuando Donald Trump azuzó a sus huestes para tomar la Casa Blanca e impedir la ratificación de Joe Biden como presidente de EEUU, el ‘establishment’ norteamericano -incluyendo al propio Biden- estaban encantados. Contuvieron el asalto, pero dejaron que salieran a relucir las armas, los fanáticos, el caos. Eran los argumentos que se necesitaban para legitimar a Biden y proyectar a Trump como el desquiciado que es.

 

Guardando distancia de los tiempos, formas, lugares, personajes y proporciones, es un poco lo que sucedió en el Congreso de Nuevo León, cuando las huestes emecistas irrumpieron violentamente para reventar la sesión del Congreso que designaría al gobernador interino. Sin descartar, claro, que desde el PRI y el PAN -y desde Morena- se haya operado para detonar ese episodio en el que Samuel García terminaría siendo el principal damnificado.

 

La campaña de lo nuevo, lo buenaondita y fosfo-fosfo quedó atrapada en la viejo, mala onda y oscura guerra por el poder, no en Nuevo León, sino en México.

 

Un veterano y muy documentado priista ilustraba todo esto de la siguiente manera: Samuel García decidió, por alguna razón tomar el camino del esquirolaje a la propuesta de lograr en 2024, una relación de poderes de Estado con equilibrios, en la que se evite una mayoría aplastante y autoritaria, y lo hizo desde una posición en la que ni siquiera controla al Congreso de su propio estado. Fue una apuesta alta en la que incluso ganando, puede perder.

 

No le entendí.

 

II

 

Pero bueno, basta de intensidades políticas y mejor pasemos a noticias menos desoladoras. Resulta que el Instituto Mexicano para la Competitividad acaba de incluir a cuatro ciudades de Sonora en el ranking de las más competitivas del país, y eso tiene que ver con la facilitación de condiciones generadas desde el gobierno del estado para garantizar que así sea.

 

En ese ranking aparecen Hermosillo, Guaymas, Nogales y Ciudad Obregón, cuatro ciudades de Sonora entre las 20 mejores del país no está nada mal.

 

Aquí lo mencionábamos ayer: mejores condiciones laborales y salariales, promoción de las ventajas competitivas del estado, capacitación y calificación de la mano de obra, estabilidad laboral y potencial para el establecimiento y desarrollo de nuevas empresas han sido claves para que esté sucediendo.

 

Durante los dos años de la administración de Alfonso Durazo se ha puesto especial atención en estos rubros y comienzan a aparecer los frutos.

 

El estudio elaborado por el IMCO incluye un capítulo denominado “Mercado de trabajo” en el que evalúa costos y productividad como condiciones atractivas para la atracción de inversiones, como el nivel de salarios, la oferta de empleos y una menor informalidad.

 

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