Poeta maldito y tierno. Cantor de sueños libertarios, activista indispensable, promotor cultural, apasionado de la radio, infaltable militante de las luchas sindicales y sociales desde la Universidad de Sonora, Luis Rey Moreno Gil se fue el jueves pasado dejando para siempre una estela de memoria de aquellos días y noches de amor y de guerra, que diría Galeano.
A Luis lo conocí en el ocaso de los años 80, apenas entrando a la Unison. En el primer año de los 90 organizamos un festival cultural que llenó al tope el teatro Emiliana de Zubeldía donde hubo música, canto, teatro y poesía.
Luis se llevó las palmas con su voz potente y diáfana. Entre otras, interpretó la canción ‘Piensa en mí’, compuesta por Agustín Lara y su hermana María Teresa, que en ese momento hizo rodar lágrimas a mi hoy esposa, que cada vez que lo encontrábamos en alguna tertulia, le pedía cantarla de nuevo y volvía a emocionarse hasta la acuosidad de sus ojos.
El viernes me fui a Guaymas para desahogar el compromiso laboral que tenemos en los micrófonos de la Red 93.3.
Iba con una desazón extraña pues la noche anterior mi compadre Miguel Ángel Avilés me informó de la muerte de Luis Rey. Al regresar del puerto pasé a la funeraria para decirle ‘hasta luego, carnalito’, como solía decirme cuando andaba de buenas porque cuando andaba de malas también era bien cabrón.
Allí me encontré a Sandrita, una amiga común que lo consideraba como un padre y que siempre estuvo pendiente de sus buenos y de sus malos momentos. Estaba devastada. Y enojada. Me dijo que Luis pudo haber ganado esta batalla contra la muerte, pero en el Hospital Chávez perdió la primera contra la deshumanización en el trato a los pacientes.
Lo mandaron a su casa con un alta voluntaria firmada por el propio Luis, ya que requería una endoscopía digestiva que no podían hacerle porque los fines de semana no hay quien las haga, según relata en un posteo de Facebook otro de sus grandes amigos, Raúl Acevedo Savín, que escribió un texto “emputadamente enrabiado”.
No es para menos. Raúl es como su hermano, copartícipe de todas las complicidades literarias y bohemias y políticas que compartían desde hace décadas junto con otros referentes de la cultura y las artes en la Unison. Pienso en José Juan Cantúa y Flavia, su esposa, en cuya casa se suscitaban inolvidables veladas a las que algunas veces fui invitado a pesar de la brecha generacional. Pienso en Joel Verdugo, Alonso Vidal (+), Ismael Mercado (+) y otros tantos que hicieron del bar Pluma Blanca el espacio de la convivencia a veces divertida, a veces salvaje, pero siempre aleccionadora.
En la funeraria me encontré también con Jesús Ibarra Carmelo, profesor universitario y otro de los hermanos de Luis Rey. Él sabía que Luis había salido del hospital y estaba en su casa. Fue a buscarlo el jueves y la puerta estaba cerrada. Allí se juntaron otras personas, entre ellas el hijo mayor de Luis, que finalmente decidió tumbar la puerta porque adentro no había respuesta. Lo encontraron muerto.
Carmelo me dio detalles pero prefiero omitirlos porque Luis no debió morir así.
Me quedo con algunos fragmentos de lo que escribió su hermano Savín: “Me acaban de avisar que anoche murió mi compa, mi amigo, Luis Rey Moreno. Me encuentro en total shok, mis manos tiemblan, mi corazón sufre. Estoy enrabiado. Emputadamente enrabiado. Yo estuve cerca de él todos estos meses, estas semanas, estos días en que sus enfermedades se le vinieron encima a raíz de un mal tratamiento por un médico irresponsable del Isssteson-Hermosillo.
“Este mes de julio, estuvo internado cuatro días en Urgencias del Chávez en donde recibió sólo maltratos y no se le hicieron los estudios indicados por un mismo internista de Urgencia: una endoscopia digestiva. Ya que había llegado a Urgencias por sangrado interno, vomitaba y defecaba sangre, debido a las medicinas que le recetó un médico de ese hospital y que su cuerpo rechazó. Entró un jueves y el sábado le dijeron -en Urgencias- que se le debía de hacer la endoscopia pero que se la harían hasta el lunes porque los fines de semana no trabajan los especialistas en esa materia. Le dieron de alta el mismo domingo de Urgencias -aún sin haberle dado un diagnóstico sobre su salud. Le dieron cita para que el siguiente día, el lunes, le hicieran la endoscopia.
Al otro día, estuvo 7 horas esperando a que se le hiciera la endoscopia, pero no fue atendido. Yo pasé por él al Chávez para llevarlo a su casa. Me explicó todo lo que estaba sucediendo en el trato que recibía en el hospital. Escribió una carta de inconformidad y la dejó allí mismo. Yo le conminé a que regresara al siguiente día a que le hicieran el estudio. Que regresara a Urgencias. Me dijo: allí en Urgencias fue donde me hicieron esperar 7 horas y no me hicieron nada”.
Luis Rey -sigue Savín- era un obradorista convencido de las acciones del gobierno de AMLO, a pesar de que en la actual administración estatal su presencia y su trabajo ni siquiera fue valorizado, simplemente fue ignorado, como si hubiera sido borrado de la historia cultural de Sonora. Luis Rey fue olvidado por sus amigos y amigas de izquierda que llegaron al poder. De ello se lamentaba conmigo. Vivía solo, olvidado de todo el mundo en su casita y sus dos perritos, a quienes les llamaba “mis niños”.
Se fue una leyenda y yo me quedo con lo que posteó su otro hermano Joel Verdugo:
Un poema por Luis
“Una mujercita por el amor de Dios”/Dijo Luis, zurcido de amor/ Amor siempre/ Luis empinaba su canto/ parte de su locura lo cura/ ¿cuál locura?/ Luis irrumpe con su fuerza y bondad/ una sociedad caduca que nunca ha entendido/ que la injusticia es crimen mayor/ Luis comunista/socialista/anarquista/ activista/ azul./Luis protestó desde su tristeza eterna/ que “La soledad no existe”/y los amigos/las amigas/ no entendimos nunca/ Luis Rey Moreno Gil donde estés/una estrella está alumbrando por tu canto/por tu regia voluntad de ser Luis/ser tú/Siempre tú.
(Hasta la vista bro)
II
Y con estas notas de tristeza aquí la dejamos por hoy. Tomaremos unos días para la reflexión y el asueto. Volveremos la próxima semana, esperando con profunda convicción que los días que vienen sean mejores.
Hasta entonces. ¡Cuídense!
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