INDEPENDENCIA NACIONAL, ARENGAS, VÍTORES Y POLÉMICA 4° TRANSFORMACIÓN.
Héctor Rodríguez Espinoza
1847. Resulta triste decirlo: nadie sabe para quién se independiza.
Al cumplirse 214 años de la arenga del Padre Hidalgo y Costilla para iniciar la primera Revolución Mexicana, la de independencia de España, cabe hacer someras reflexiones:
Históricamente, la consumación de la independencia en 1821 fue el primer acto de nuestro pueblo, ya mestizo, por rescatar la primera expresión de la soberanía, la de nuestro territorio, tras de casi 400 años de la paulatina destrucción y sepultura de la insustituible cultura indígena; además del saqueo de importantes riquezas minerales; y sólo 26 años antes del segundo gran despojo material, más de la mitad de nuestro original territorio. Resulta triste decirlo: nadie sabe para quién se independiza.
Un concepto actual de la independencia incluye los aspectos económico, político y cultural.
Dada la realidad concreta de los sistemas de producción imperantes, los aspectos económico y político están íntimamente ligados. El aspecto cultural es, así, el último reducto que le queda a un país para mantener su identidad nacional.
La independencia absoluta no puede existir, y debe hablarse entonces de interdependencia, en esos tres aspectos. O, si quiere, de una interdependencia en y desde la independencia. Lo importante para un país será, así, la soberanía que ejerza en los términos de su interdependencia.
A nuestro país, querámoslo o no, la geografía y la historia lo situaron al lado del que, hasta ahora, ha resultado el distinto, distante, todavía más poderoso del mundo capitalista, y potencia cabeza de un gran y bélico imperio.
En lo geográfico, nos unen a él 3,180 kilómetros de una porosa frontera.
En lo histórico, por dos siglos la coexistencia ha sido, para nuestro país, el más grande reto en su hoja de ruta por convertir la independencia, de un bello concepto doctrinario, a una digna realidad social.
Es, en fin, una "densa y pesada vecindad".
Dentro de los estrechos límites de esas dos categorías, los alcances de nuestra interdependencia económica y política resultan demasiado evidentes. ¿Para bien y para mal; más una bendición o más una maldición? (constante debate en mis grupos universitarios).
El deber originario de salvaguardar nuestra independencia le corresponde, en principio, ciertamente al poder público. Pero, sin perjuicio de la heterogénea composición y correlación de fuerzas en él representadas -por obra de nuestra economía mixta- y ahora por la Cuarta transformación que se extenderá, mínimo, un sexenio más, también le corresponde a quienes, desde el ámbito privado, se les ha otorgado la capacidad y facultad de decisión, les es atribuible la corresponsabilidad de coadyuvar a consolidar y preservar, o menguar y socavar, nuestra independencia: me refiero a las empresas de capital, patente, tecnología y lineamientos extranjeros; a las empresas de capital nacional, pero con la mente y el corazón puestos en el extranjero; a las instituciones de educación pública, autónomas y privadas; a los medios masivos de comunicación y a los neo creadores digitales de contenido, a quienes alguien ha llamado "la otra Secretaría de Educación Pública" y cultura (en Sonora).
Por eso, la independencia nacional es, también y más que un pensamiento, un Sentimiento, para usar el hermoso vocablo de Morelos. Ese Sentimiento nacional deben tenerlo, tanto el poder público como el resto de la sociedad nacional.
La INDEPENDENCIA nacional al ras del suelo, a nivel de individuos de carne y hueso, debe reflejarse en la LIBERTAD FINANCIERA. En esto no tenemos buenas noticias. En México, las personas cada vez están más lejos de alcanzarla. Tener los suficientes ahorros e inversiones para cubrir los gastos corrientes sin necesidad de trabajar, es una condición lejana para la mayoría, debido al bajo nivel de ahorro, las condiciones laborales, deudas excesivas y en general al alto nivel de estrés financiero que vive el 36.9 % de la población, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
La independencia nacional se gana o pierde todos los días, y en todos los rincones de nuestra patria. Y estos días de septiembre de 2024, además de evocarnos efeméridamente, su importancia, son singularmente decisivos para constatar sus orígenes, vivencia y perspectivas. Díganlo si no las circunstancias siguientes:
•. La política de la superioridad en la neo guerra fría de los gobiernos norteamericanos, cuya saña más se ha acentuado en Centroamérica y el Caribe (ocasionando la expulsión de millones de migrantes), región que sigue considerando su patio trasero (back yard), el resabio (a sólo 144 kilómetros) de la Revolución cubana; y apoyando militarmente a Israel en su acoso genocida a Palestina.
*. El crecimiento e influencia de Rusia –invadiendo Ucrania-, India, Irán y naciones árabes en Asia, reviviendo la confrontación entre la OTAN y el Pacto de Varsovia y la estúpida amenaza de usar armamento nuclear.
A 214 años de arengada, la independencia nacional está aún por consumarse.