Bulmaro Pacheco / bulmarop@gmail.com
La realidad está más allá de la euforia por el cambio de gobierno y por las desmedidas presunciones del partido en el poder… y esa realidad que no admite pausas. Poco a poco se van cayendo las medias verdades de la narrativa oficial dominante en los últimos seis años, como esa de que ya no importamos gasolina y ahora producimos el 90% de la que consumimos (sic). ¿Y qué tal la que sostenía la supremacía México sobre Dinamarca en materia de servicios de salud, o la otra de que ha disminuido la corrupción y no ha avanzado el nepotismo en la administración pública? Esas narrativas han ido en decadencia ante el peso abrumador de los hechos probados por la realidad.
Con los cambios políticos recientes se ha dado un fenómeno poco visto en la historia de México, donde el avance de la pluralidad y las libertades manifestó una enorme expansión de 1968 en adelante. Ahora abundan aquellos que se abrogan para sí el monopolio de la interpretación histórica y constitucional.
Lo dicen ellos y es su verdad, su realidad y, quien no esté de acuerdo con ellos, o es un conservador o un enemigo del cambio. La otra realidad los obligó a transar con algunos legisladores del Senado que, por convicción (?) o por traición, se necesitaban para alcanzar la mayoría calificada que permitiera reformar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, sin que mediara sin ningún pacto ni acuerdos con los opositores.
Así transitó la reforma del Poder Judicial, con todo y las enormes controversias y movilizaciones que ha generado. También la propuesta de nuevas obras, muy cuestionadas por los excesos que generarán y porque no son prioritarias sino simples ofertas no cumplidas del gobierno anterior, y por una débil compresión del verdadero estado de las finanzas públicas que les heredó el gobierno que concluyó el último día de septiembre.
Cuando todos esperábamos que el nuevo gobierno desarrollara una política de conciliación y diálogo entre los mexicanos, no ha sido así. Ante diversos cuestionamientos a la presidenta Sheinbaum acerca de los encuentros pendientes y la necesidad de diálogo con otros poderes o con los partidos de oposición —marginados de todo contacto con el gobierno federal el sexenio pasado—, ha dicho que no se reunirá con ellos!, sino que esas tareas las delegará a la responsable de la Secretaría de Gobernación.
¿Por qué esa negativa al diálogo? ¿Solo porque su antecesor nunca cedió a las solicitudes para analizar en conjunto el estado de la realidad nacional con personas que pensaban diferente?
¿O porque en el estilo político de la llamada 4T no existe el convencimiento o la necesidad de dialogar ante la aplastante mayoría legislativa en diputados y los pactos para conformarla en el Senado?
¿Seguirán entonces las oposiciones en las Cámaras con su función básicamente testimonial al no contar numéricamente para que sus planteamientos e iniciativas sigan el curso legal y político?
No serán fáciles para los opositores los próximos tres años. Tendrán que pensarla mejor, replantear sus esquemas de actuación, y reorganizar sus partidos en todo el territorio nacional.
También deberán resolver sus contradicciones y pleitos internos, que los han debilitado a tal grado de perder el apoyo de militantes leales y entregados a la causa partidista por muchos años.
Quizá —las oposiciones— todavía no asimilen ni les caiga el veinte de lo que deberán enfrentar para el proceso electoral del 2027: La renovación de 15 gubernaturas y la elección de 500 diputados federales, más los procesos locales en la mayoría de las entidades federativas, que les dará una oportunidad más de demostrar que no están muertos, como dicen sus críticos, o que Morena va a seguir avasallando elecciones por el gran peso de la “marca”
Y es un problema real. Por ahora permanece un gran temor a la marca “Morena”, donde casi todos los críticos opinan que seguirá arrasando en los procesos electorales futuros. No le dan espacios a las oposiciones y vuelven a vaticinarles lo peor, incluida —a algunos partidos— la pérdida del registro porque no alcanzarán el 3% de la votación. Personalmente creo que exageran con esas previsiones.
Descartan que pudiera haber un desgaste o deterioro de la marca por el peso de las evidencias que gradualmente se irán presentando y al reconocer que las cosas no fueron tan bien en el sexenio pasado, como les gusta de presumir a propios y extraños y a alguien tendrán que echarle la culpa de las crisis actuales, y no precisamente a los favoritos del lenguaje oficial del pasado reciente.
Las primeras muestras de esas evidencias vendrán a mas tardar el 15 de noviembre próximo cuando la presidenta cumpla con la obligación constitucional de enviar al Congreso de la Unión la nueva Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos 2025.
Ahí se sabrá con exactitud si realmente se cuenta con los recursos económicos—más allá de una reforma fiscal que ya se rechazó— para financiar los programas que ya se anunciaron en los 100 puntos de gobierno. También el verdadero tamaño del déficit presupuestal público y los esfuerzos oficiales por reducirlo del 6 al 3.5% como han ofrecido realizarlo. Tendremos más información acerca de las estimaciones de crecimiento para el próximo año, la inflación, las tasa de interés, la paridad cambiaria y los criterios generales de política económica que regirán para el próximo año.
Se verá si el gasto público sufrirá recortes para reducir el déficit y necesariamente se tendrá que decir de dónde van a salir los recursos económicos para financiar los nuevos proyectos y todo lo que ha prometido la presidenta Sheinbaum.
No será fácil por más que el optimismo y el frenesí político que vivimos—por ahora en las Cámaras y en algunos gobiernos estatales —,dominen el debate político. Al otro lado están los muertos por la violencia, los clichés publicitarios y descalificaciones utilizadas en el sexenio pasado que ahora se repiten, algunos Estados descompuestos políticamente por la violencia y el mal gobierno y en donde al parecer ya no hay autoridad, la apropiación del crimen organizado de amplias regiones de México y la polarización política que sigue entre los principales actores políticos, más allá de los buenos deseos y las expectativas de cambio que se han ofrecido.
Hay que desterrar las visiones tanto triunfalistas como apocalípticas de la política y darle paso a la realidad. Una realidad que no da pausas y que terminará dejándonos como afirmara Balzac, tal cual somos, tal cual es el México real y profundo.
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