Entre la nostalgia y la esperanza: una crónica

Hubo un tiempo en que esa parte de la ciudad era puro monte. Bueno, es un decir. En realidad, de la calle 300 hacia el sur y hasta donde alcanzara la vista todo eran sembradíos de algodón, trigo, maíz, cártamo…

 

El casco urbano de Ciudad Obregón llegaba hasta allí. En los veranos, se instalaban a lo largo de la emblemática calle 300 una larguísima fila de tejabanes de madera y lámina negra, habilitados como dormitorios y comedores para cientos de jornaleros que llegaban a la pizca de algodón. Era un bullicio de gente todo el día.

 

El feraz Valle del Yaqui florecía con la pujanza que le dio la ‘Revolución Verde’, como dio en llamarse el resultado de un programa que encabezó el científico Norman E. Borlaug, financiado por la Fundación Rockefeller para mejorar genéticamente la producción agrícola, señaladamente el maíz y el trigo.

 

Eran los años 60-70 del siglo pasado y la ciudad comenzaba a crecer poblacionalmente y con ello, crecía también la demanda de vivienda. Como en otras ciudades, aparecieron las ‘invasiones’, movimientos urbano-populares que se posesionaban de terrenos con la esperanza de la regularización y la dotación de servicios públicos para levantar allí sus viviendas, generalmente precarias.

 

Los segmentos más pobres de la población no tenían -desde entonces- otras opciones para acceder a un lugar para vivir, e independientemente de los sesgos políticos que suelen aparecer en estas prácticas, fue una de las formas como la ciudad comenzó a expandirse, ante la insuficiencia de programas institucionales para dotar de vivienda a los menos favorecidos.

 

Una de las primeras ‘invasiones’ de aquellas fechas fue la ‘México’, justamente al sur de la 300 y de allí le siguieron otras: la Machi López, la 410, la Sóstenes Valenzuela… Algunas de ellas ya se encuentran totalmente urbanizadas, o al menos con servicios públicos básicos: agua potable, drenaje, pavimento, electricidad, después de muchos años de sufrimientos e inclemencias, de gestiones y protestas callejeras.

 

La frontera de la urbanización en Ciudad Obregón se sigue moviendo al sur. Allá, donde todavía se ve el barbecho y los surcos, el gobernador Alfonso Durazo recordó ayer que desde hace unos 30 años se dejó de construir vivienda de interés social y el acceso a una vivienda digna pasó a ser un privilegio en vez de un derecho.

 

Y es que ciertamente, en Ciudad Obregón quizás las últimas colonias construidas por instituciones gubernamentales para dotar de vivienda a la clase trabajadora fueron la Miravalle y la Primero de Mayo, también al sur de la ciudad.

 

Después de eso todo quedó en manos de empresas constructoras que se enfocaron más en sectores de clase media y media-alta; las instituciones por su parte privilegiaron una complicada política de crédito que en décadas no ha podido resolver el tema de la vivienda para los trabajadores de ingresos mínimos, pero en cambio ha generado un sinfín de problemas, como el que ayer le plantearon al gobernador los habitantes de la colonia Urbi Villa del Real que desde hace más de diez años vienen batallando con un problema legal y financiero donde aparecen embargos, desalojos, invasión de casas, falta de regularización y de servicios públicos…

 

El gobernador dialogó con ellos y los citó para las 10 de la mañana de este día en Palacio de Gobierno. Allí buscarán soluciones a esa larga trama de conflictos.

 

II

 

Con estos antecedentes, cobra especial relevancia lo que ocurrió ayer en Ciudad Obregón. Allá en aquellos lares del sur de la ciudad, se colocó la primera piedra de lo que será, para junio próximo el primer complejo habitacional del Programa Nacional de Vivienda impulsado por la presidenta Claudia Sheinbaum y con el que el gobierno retoma la construcción de casas con prioridad para las familias que perciban menos de dos salarios mínimos, así como para jóvenes y mujeres que estudian y trabajan.

 

Es además un proyecto de vivienda vertical con el que se optimiza el uso del suelo.

 

Sonora es el primer estado en arrancar con este programa que tiene proyectado construir 33 mil 800 casas en Cajeme, Hermosillo, Navojoa, Nogales, San Luis Río Colorado y Agua Prieta con la participación de los tres niveles de gobierno, en un programa transversal que involucra a varias instituciones, empresas y sociedad civil.

 

Para empezar, en ese predio donde se colocó la primera piedra se levantarán 324 viviendas, pero hay otros 11 predios más que suman 105 hectáreas en los municipios antes citados, donde se edificarán 4 mil 767 viviendas en el primer semestre de este año.

 

III

 

Este programa es quizás el de mayor relevancia en lo que va de la administración de Claudia Sheinbaum. Por eso no es casual que a Cajeme acudieran todos los titulares de las dependencias involucradas, así como legisladores locales y federales, a quienes por cierto, el gobernador asestó sonoro reconocimiento por sus empeños en aprobar presupuestos orientados a reivindicar como derechos asuntos que durante muchos años permanecieron como privilegios. El de la vivienda popular es uno de ellos.

 

Allí estaba en primera fila, por ejemplo, el senador Heriberto Aguilar que desde hace años tiene en su agenda el tema y desde la Cámara Alta lo impulsa desde la Comisión de Desarrollo Urbano y Ordenamiento Territorial de la que forma parte.

 

Pero no solo allí. El guaymense es el único legislador federal que desde el inicio de su gestión hizo suyo el modelo de asambleas populares con los que inició el Movimiento de Regeneración Nacional desde los tiempos de Andrés Manuel López Obrador como candidato presidencial, para dejar el escritorio y llegar al territorio poniendo en la discusión pública los temas prioritarios que el gobierno federal empuja en el ámbito de las políticas públicas.

 

Y si de Guaymas hablamos, también pasó lista de presente la alcaldesa del puerto, Karla Córdova González, que se dio un espacio para viajar a Ciudad Obregón y atestiguar el arranque de este programa. Y digo que se dio un espacio porque en estos días la alcaldesa trae la consigna de brincar la alta vara que ella misma se puso el año pasado para hacer del Carnaval 2025 la mejor edición de estas fiestas y repetir el saldo blanco que ya se le hizo costumbre.

 

Por la relevancia del evento, la pasarela política estuvo a todo tren. Todos querían salir en la foto y el mismísimo gobernador les metió más libras que a Rosita Alvírez cuando alguien pidió que le echaran aire según la versión de ‘El Piporro’: si se los vuelven a encontrar en una boleta electoral, ahí se los encargo, dijo.

 

Música para los oídos de la clase política presente, que se mostró pródiga en sonrisas, abrazos y selfies: Lorenia Valles, Ramón Flores, Omar del Valle Colosio y hasta Fernando Rojo de la Vega, el secretario estatal del Bienestar, que tuvo su cachito de gloria al micrófono. O Paulina Ocaña, la jefa de la Oficina del Ejecutivo a quien hay que darle créditos por la organización y la convocatoria de este importante evento.

 

En junio volveremos al terruño, a esos paisajes del sur de Obregón donde para esas fechas tendrían que estar edificadas las viviendas que marcan un antes y un después en las políticas públicas de los tres niveles de gobierno.

 

Ojalá que así sea. Ah, también estuvo el alcalde de Cajeme en el evento.

 

Colofón luctuoso

 

Triste noticia la de anoche. El periodista Luis Alberto Viveros murió en su última batalla contra la muerte, esa que finalmente nos ganará a todos. Polémico, controversial, recolector de elogios y mentadas de madre por su estilo de ejercer este oficio, ha pasado a mejor vida, como dicen los clásicos.

 

Descanse en paz.

 

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