Bulmaro Pacheco / bulmarop@gmail.com
El censo comercial de Huatabampo en 1932 solo registraba dos negocios cuyo giro era “molino de nixtamal”: Uno a nombre de Melchor C. Quijada y otro de Juan B. Rubio. En cambio, panaderías había muchas. Ahí estaban las de Víctor Noris, Socorro Amarillas, Catarino Valenzuela, Pascual Díaz, Juan Corral e Ignacio Barreras. Esto quiere decir que en ese tiempo se consumía más pan que tortillas.
Había otros giros, como: abarrotes (José Sánchez Toledo, Aureliano Galaviz, Elena P. De Quijada, José Roberto Rubio, Pedro Serna), refresquerías (Cristóbal Campos, Rosendo Serna), expendios de licores (José Caballero) y mercerías (Humberto Flores).
Las tortillerías mecanizadas de Huatabampo llegaron en un tiempo para sustituir la cultura de la masa del nixtamal casero que, mediante maíz hervido y un buen molino de mano de la marca Estrella, abastecía de tortilla las casas del pueblo. Se entregaban a diario, sobre todo en el desayuno y la comida del mediodía. Difícilmente habrá alguien de la vieja guardia que no haya participado en esas tareas caseras de los años cuarenta a los setenta, cuando la demanda de molinos manuales —antes 35 pesos ahora 750— se incrementó notablemente en las tiendas del pueblo, principalmente “Los cuatro vientos” de Magín y Efrén Moreno, y la de abarrotes de Ramón Lam en el mercado.
Con la muerte de Cipriano “Pano” Oba Vilchis (1935-2023), propietario de la tortillería “El Volcán”, se cumplió el ciclo de los tortilleros, pioneros de por vida dedicados íntegramente a servirle a la gente, sin abusos ni excesos en el precio y la calidad de la tortilla.
Recordadas son la del pionero de la mecanización Ricardo Kameta (1913-1999) con maquinas marca Celorio, donde se educaron varios; el propio Pano y Nayo Vilchis, su ex socio ; la de la familia Okuda, en el mercado, y que a raíz de la muerte del “Chito” Okuda, su esposa Margarita Obana cambió de residencia a Ciudad Obregón; la de familia Kawano, que tuvo su tortillería por la Allende, muy cerca de la sociedad mutualista Hidalgo; la de Crispín “Papin” Borbón por la moctezuma; la de “Beto” Campoy; la de don Eusebio Zamudio, cuyo hijo Andrés siguió hasta que la cambió a la comunidad de Masiaca, y “La Chapita”, de Alba Valenzuela, en El Citavaro.
También las tortillerías modernas y diversificadas de la familia de Héctor Galaviz, surgidas en El Etchoropo y con influencia regional
Recordado como distribuidor de tortillas para el oriente del pueblo fue también el famoso Felipe Lee Vong (Felipe León), comerciante de una gran tienda —antecedente de Ley— y un ciudadano chino auténtico —que libró la persecución anti china de 1931 con el apoyo del alcalde de Huatabampo don Octavio Bojórquez—. Don Felipe todavía mandaba traer comida original de China y leía los periódicos de su país con una pasión que desbordaba emociones. Él, muy recordado por su estilo, junto con su esposa Amada Velásquez, de Sinaloa, fue creador de una gran familia encabezada por Felipe, Carmela, Cristina, Ponciano, Lydia, Adolfo, Oralia, Cecilia y Nelson.
Posteriormente, se dio la irrupción en el pueblo de la familia Zapiáin con varias tortillerías, modernizando la producción con una variedad de productos. José Antonio Zapiáin Gómez (1940-2001) llegó de la Ciudad de México como profesor rural al Júpare, en 1960, junto con su esposa Nemoria Galicia Alba. Inquieto y creativo como era, empezó a incursionar en la engorda de cerdos, pero pronto abandonó el negocio e incursionó en el negocio de la tortilla. Abrió la primera en Huatabampo en 1964, en Guerrero y Morelos. Al negocio se sumaron su esposa Nemoria y gradualmente sus hijos Germán, Aracely, José Antonio, Carlos Alberto, Hernán, Verónica,Luis Enrique, Nora Guadalupe y Andrés. Con el tiempo han logrado instalar 18 tortillerías en la región del Mayo —un verdadero negocio familiar con más de 300 empleos directos—:Once tortillerías en Huatabampo, y sucursales en Navojoa, La Unión, Yavaros, Bacobampo, Sahuaral, Etchojoa y el Júpare, entre otras. Además de tortillas, ofrecen una variedad de productos como el pinole, las frituras, nachos, tortillas para tacos, nixtamal por kilos, etc. “Se trata de un negocio que requiere mucha disciplina y vocación por el trabajo, porque te debes levantar muy temprano —entre 2 y 3 de la mañana— para que las tortillas ya estén listas a las cinco de la mañana”, dice Toño Zapiáin, uno de los hijos del pionero de la empresa. Todo un ejemplo.
Y, por otra parte, ¿qué le pasó al famoso café de talega que por muchos años se consumió en Huatabampo?
Era toda una proeza ver a las señoras de la época tostar el café —mezclado con algo de azúcar—, casi siempre en un cazo o cajete de barro, hasta que se pusiera negro, sólido y listo para molerlo en los imprescindibles molinos caseros; todo se impregnaba de un olor muy agradable. Listo el polvo —café molido, se decía— se vaciaba en la talega, hecha casi siempre de manta, y se le agregaba el agua hervida de la calentadora de peltre, en un pretil construido de adobe y lodo en parrillas con leña. Se dejaba descansar unos minutos en la cafetera —también de peltre— y se servía con o sin azúcar, casi siempre de cubitos, según el gusto de cada uno.
El famoso café colado fue durante muchos años un artículo de primera necesidad en el desayuno para complementar los alimentos, y por la tarde para fomentar la comunicación y la plática entre los miembros de las familias. También en los velorios.
Toda una tradición que gradualmente se fue perdiendo ante las invasiones de las numerosas marcas de café soluble que llegaron al pueblo a fines de los sesenta del siglo pasado y que fueron evolucionando según la publicidad y el consumo: Nescafé, Nescao, Decaf, Dolca, Legal, Café Oro, Único, Taster Choice, y otras marcas que mediante agresivas campañas publicitarias invadieron las casas y cambiaron las costumbres. El humeante café negro colado se cambió por tazas con agua hervida para que las cucharadas de soluble y el azúcar hicieran lo suyo. Un cambio radical en la ingesta del sabroso café que, ya soluble, cambió en sabor y presentación… el gusto —y el estado de ánimo—¿por comodidad o desidia de la gente?
En Huatabampo fueron famosas las cafeterías de doña “Trini”—entre la Unión de Transportistas y la Unión de Crédito—, paso obligado diario de alcaldes, políticos y empresarios, y que posteriormente heredaría doña “Lupe” Leyva, por la Iturbide y el callejón de la UCAH.
También la de doña Hilaria León “Quilili” esposa de Melitón Nieblas—madre de Gilberto “Beto quelele”, Baltazar “Tay”, Ramón “Mocho” Gaspar, José Melitón y Ángel (güero) Nieblas León— por la Allende, muy cerca de los almacenes y la academia Otero. Durante años fue muy común ver llegar allí muy temprano al café el general Anselmo Macías Valenzuela.
O la cafetería de doña “Lola”, a un lado de la casa del “Tiqui” Torres, o la de “Cata” Quintero, por detrás de la Abarrotera del Mayo, y obviamente las del mercado municipal, donde numerosos parroquianos se daban cita desde las cuatro de la mañana para tomar café y comer menudo mientras se preparaban para iniciar el día adquiriendo y seleccionado las mercancías (carne, granos, frutas y verduras) para sus comercios en el viejo inmueble.
Con la muerte de sus propietarias, las tradicionales cafeterías fueron desapareciendo, dando paso a la modernidad con los nuevos gustos generacionales. Hoy son cafeterías de vaso de cartón, de varios sabores y sin convivencia alguna.
Mientras que el café colado se sigue extrañando —el favorito de los amantes del café—, la tortilla se mantiene en el gusto popular por su calidad, la evolución y el profesionalismo de los empresarios que con mucho esfuerzo y mucha comunicación entre ellos, siguen fieles a la tradición de una tortilla de nixtamal real y sabrosa. Nuestro homenaje para todos ellos, todos, actores de la cultura del esfuerzo.
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